Facebook y el Metaverse: ¿Cuánto hemos perdido?

Por José Cumpa

Hace unos días, Mark Zuckerberg presentó su proyecto más reciente: el Metaverse. La plataforma pretende sentar las bases de la tecnología en comunicación del futuro. Probablemente nos hemos preguntado lo mismo: ¿Por qué a tan poca gente le ha gustado?

La primera vez que muchos vimos un holograma como forma de comunicación fue en la película inicial de la trilogía original de Star Wars: la princesa Leia le pedía ayuda a uno de los últimos caballeros jedi sobrevivientes. Vimos esta tecnología también en los 90’s, en la misma saga, durante las reuniones del consejo jedi. ¿Por qué ahora no nos gusta? ¿Por qué no pensamos en el optimismo comunicativo de Star Wars, pero si en el post apocalipsis de Ready Player One?

La crisis de la pandemia ha sido, probablemente, lo más cercano al apocalipsis que hemos tenido en los últimos años (la última gran crisis, la de las hipotecas subprime, nunca tuvo el poder de hacernos sentir tan cerca de la muerte). Muchos intelectuales vieron en esta pandemia una oportunidad (en un afán muy contemporáneo de positivar la desgracia), pero lejos de haber sido “un golpe al capitalismo al estilo Kill Bill” como apuntaba Žižek[1] , ha develado un problema de la sensibilidad.

Pero vayamos al inicio de estas reflexiones. Heidegger, en su obra filosófica, hablaba del concepto llamado Dasein[2]. Éste se podría definir como un estar-en-el mundo. Es decir, una de las principales bases de la existencia es pertenecer al mundo, pero esto no implica solamente “estar” en el mundo, sino habitarlo: “El estar-en no se refiere a un espacial estar-el-uno-dentro-del-otro de dos entes que están-ahí (…) In (en alemán) procede de innan-, residir, habitar.”[3] Una de las estructuras más importantes del Dasein será este habitar el mundo, hacerlo suyo.

¿Cómo hacemos este mundo nuestro? ¿Cómo lo habitamos? Heidegger nos dirá que tocándolo. Las cosas, como meros estar-ahí, nunca se “tocan” en el sentido heideggeriano del término: “Un ente puede tocar a otro ente que está-ahí dentro del mundo solo si por naturaleza tiene el modo de ser del estar-en.”[4] Solo el Dasein puede “tocar” en todo el sentido de la palabra, a pesar de que podemos decir que “la silla toca la mesa” en el lenguaje habitual, una silla no “va” hacia la mesa, no puede asirla.  

Algunos años después, Hanna Arendt va a presenciar el alunizaje y se va a preguntar si esto puede significar una pérdida de mundo. Le preocupa que este mundo sea visto como una cárcel: La tierra es la quintaesencia de la condición humana, y la naturaleza terrena, según lo que sabemos, quizá sea única en el universo (…)[5]

¿Qué sucede cuando este mundo se pierde? Para Hanna Arendt, la pérdida de mundo, y el consiguiente afán de escapar de la “prisión de la tierra” no es solo un problema ético o existencial, sino también, un problema político.

Pero volvamos al problema de habitar. Byung-Chul Han hace notar la importancia de la mano en el habitar heideggeriano: “La mano es, en Heidegger, el medio para ‘ser’ que designa la fuente originaria de sentido y verdad”[6] . Tocar es una forma de habitar-el-mundo.

La pandemia hizo vernos de cara con la muerte. Casi todos tuvimos alguien o algún conocido que se fue. ¿Qué pasa cuando sentimos tan cerca a la muerte? Byung-Chul Han nos dice que, con la proximidad de la muerte se produce la “hipertrofia patológica del yo”. “La estrategia es que todo cuanto consiste debe hacerse yo”.[7] La proximidad de la muerte hace que queramos volver a habitar el mundo, asir con las manos todo ese mundo que se nos escapa.

Este olvido de la sensibilidad, de tocar para habitar el mundo, se traduce en un problema de empatía. Franco “Bifo” Berardi dice: “La sensibilidad les permite a los seres humanos unirse y conectarse a través de relaciones de empatía, como una fina película que registra y decodifica las impresiones no-verbales (…)”.[8] La exigencia contemporánea de empatía no es más que un síntoma de la pérdida de esta. Tal vez no lo sabemos, pero al menos intuimos esta pérdida inexorable de la empatía, porque para que exista es importante la sensibilidad, habitar el mundo, tocarlo.

Aquí podemos encontrar una respuesta a la pregunta del inicio de este artículo ¿Por qué a tanta gente le desagrada una idea que parecía tan buena hasta hace menos de 30 años? Mark Zuckerberg, en la presentación del metaverse decía: “Las pantallas no pueden expresar toda la gamma de expresiones y conexiones humanas. No ofrecen la sensación de la presencia real”. Tiene razón, pero olvida algo importante: no solo ver el rostro y el cuerpo basta para conectar a las personas.

Reivindiquemos el tocar como una forma de conocimiento. Si algo nos mostró la pandemia es lo mucho que perdemos cuando no podemos tocar a quienes amamos.


[1] Slavoj, Žižek, (2020) Coronavirus es un golpe al capitalismo al estilo de ‘Kill Bill’ y podría conducir a la reinvención del comunismo

[2] Podemos definir el Dasein heideggeriano, para fines de este artículo, como cada uno de nosotros.

[3] Heidegger, Martín. Ser y tiempo

[4] Heidegger, Martín. Ob. Cit.

[5] Arent, Hanna (2020) La condición humana

[6] Byung Chul Han (2014) En el enjambre.

[7] Byung-Chul Han (2018) Muerte y alteridad

[8] Franco Berardi (2020) Fenomenología del fin

***

José Cumpa es filósofo por la UNMSM. Miembro del grupo de estudios de filosofía política Potestas Vitae. Investigador en temas de cultura y política, con interés en educación, poder y subjetividades.

Edición: Alejandra Bernedo
Diseño de imagen: Alejandra Bernedo

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