Rompiendo la neutralidad: periodismo a sangre fría

Por Samir Valberde

El martes 08 de junio, varios despertamos con la noticia de la carta enviada por un grupo de periodistas integrantes del programa periodístico Cuarto Poder, en la que se denunciaba una seria parcialización de la labor informativa, expuesta ante el director y los miembros del directorio de América Televisión. Si bien esta misiva fue escrita el 24 de mayo, una semana previa al día de la segunda vuelta, lo grave del asunto radicaba en que el hecho habría motivado despidos y renuncias dentro del canal. Con el correr de las horas, se conoció finalmente lo que ocurrió y que muy bien lo resumió IDL-Reporteros.

¿Por qué es grave la situación? Evidentemente, no solo se trata de armar enemigos en la llamada “prensa basura” o “vendida”, como se la ha calificado durante la campaña, sino que se trata de advertir de que los límites de la parcialización natural en estos procesos electorales se ha superado en comparación, incluso, con lo ocurrido en épocas anteriores. No ha habido una prensa parcializada, sino una máquina de producción informativa enfocada en destrozar la candidatura de un representante político y endulzar/enaltecer/suavizar los anticuerpos de su rival político.

¿Cómo así llegamos a esto? En los días posteriores al 11 de abril, cuando ya se conocía a quiénes lucharían la segunda vuelta, surgió en la prensa un fenómeno parecido al que ocurrió en 1990, cuando se conocía poco a ese Alberto Fujimori que había llegado a la segunda vuelta y del cual no se tenía ninguna certeza sobre qué espectro ideológico-político representaba. No obstante, a esta etapa de develamiento, le sucedió una campaña sistemática de desprestigio hacia el candidato, expresada en medios de comunicación afines a la candidatura de Mario Vargas Llosa. Una situación similar ha ocurrido en el actual proceso electoral 2021, en donde, sin embargo, tuvimos la advertencia de cuál sería el papel de la prensa.

Una de las primeras grandes decisiones fue retirar a Clara Elvira Ospina de la dirección periodística de América TV y colocar en el directorio a Jaime De Althaus, conocido defensor del fujimorismo y activo durante la campaña de la primera vuelta. Luego de ello, fuentes internas del canal nos señalaban evidentes incomodidades por los cambios en la línea editorial del medio de comunicación, mucho de lo cual quedaría claro con la misiva a la que se hacía referencia líneas arriba.

En los siguientes días, Cecilia Valenzuela, directora de Perú21, esbozaba también la posición de su medio: “No puedo ahora dármelas de imparcial o de neutral, porque no puedo ser neutral frente una amenaza comunista; es una amenaza clarísima y nosotros al menos en Perú21 lo tenemos claro y estamos plantados al frente”. Y vaya que lo tuvieron claro, porque la campaña sistemática en favor de mostrar presuntos lazos filosenderistas de uno de los candidatos se extendió hasta la última semana de propaganda.

A ello, se sumó la inclusión, como nuevo director periodístico, de Gilberto Hume a las filas de América TV. Abiertamente, se sabía la postura política de este periodista, pero de manera interna se sabía que su misión sería reducir cualquier forma de humanización del candidato Castillo y neutralizar todo intento de imparcialidad en la cobertura informativa de ambas partes que se estaban enfrentando en segunda vuelta.

¿Es válida la neutralidad periodística?

No obstante, la pregunta clave es si hasta ese punto era antiético que la prensa asumiera un rol protagónico y activista en la campaña contra una de las candidaturas. Si bien en muchos países, las líneas editoriales juegan un rol clave en el apoyo hacia ciertos partidos políticos, hay que recordar que en el espectro deontológico, es decir el ejercicio profesional, se pueden plantear una ética de mínimos y una de máximos.

¿Cómo se define ello en la labor comunicacional? Considero que el sentido de justicia debe ser la base fundamental para respetar la profesión y para cumplir las bases mínimas en épocas tan polarizadas como los momentos electorales. Javier Restrepo (2018) señalaba que los periodistas no pueden ser voceros de los partidos o candidatos, sino que sus materiales informativos deben servir al ciudadano/a mediante una información completa e independiente.

Sin embargo, ¿se puede ser realmente neutral? Más allá de ser una entidad práctica, la neutralidad es un principio aspiracional que siempre se ha debatido en la interna de la comunicación social. En esa línea, cabe recordar que son los medios de comunicación los que normalmente (re)construyen representaciones e imaginarios sociales, porque además de ser agentes facilitadores funcionales a la sociedad para colocar en agenda ciertos temas, también son transmisores de elementos culturales (valores, costumbres, mitos, estereotipos), que finalmente se insertan en la propia construcción individual de imaginarios.

Así, no existe, en la práctica, la denominada “neutralidad”, sino que esta se circunscribe a las diversas decisiones que ejercen los periodistas en la producción periodística. En efecto, el posicionamiento de agenda (agenda-setting) reduce la parrilla de contenidos. A esto, hay que agregarle que las decisiones finales en cuanto a los contenidos están marcadas también por derivas ideológicas, decisiones empresariales, contubernios con el poder, etc.

No obstante, en la actualidad, desde las teorías de las comunicaciones, se concibe que no existe una inoculación de información ante un receptor pasivo y tampoco este es el que define unilateralmente los contenidos que quiere recibir por parte de los medios. Desde un intento de superación de ambas posturas, se plantea que existe un proceso de negociación implícita o explícita entre emisor y receptor, que finalmente impacta en la producción de contenidos. Más aún, al hablar ahora de prosumidores por el papel determinante de las redes sociales, este proceso se torna cada vez más complejo.

En ese sentido, cabe advertir que los medios de comunicación, entonces, juegan un papel gravitante en la elaboración de imaginarios sociales y establecen un discurso mediático que puede convertirse finalmente en un dispositivo de control sobre aquello que hegemónicamente se quiere representar sobre alguna situación o sujeto social. Es lo que ha ocurrido, como proceso natural, en el proceso de elecciones 2021.

Representación social durante la segunda vuelta

Conocido el resultado del conteo rápido, que invertía el pronóstico registrado en la boca de urna a favor de una de las partes en contienda, los medios fueron construyendo una realidad parcializada que será digna de futuras investigaciones. Yo la he llamado “la representación social de la victoria final”, que si bien no mostraba aún como ganadora a Keiko Fujimori, cercenaba lo que estaba ocurriendo y limitaba la parrilla de contenidos para establecer un discurso mediático como mecanismo de control que deslegitimara lo que estaba ocurriendo: la victoria probable de Castillo.

Las imágenes mostradas en las notas informativas, los planos detalles, los comentarios y comentaristas presentes en la cobertura el día de la segunda vuelta estaban construyéndose con el fin de representar una narrativa sobre la victoria definitiva, la cual iría llegando con el correr de las horas (o días). Además, cualquier alteración a la inclinación inicial era vista como una posibilidad de disrupción y trastocamiento de la voluntad general.

Con el correr de los días, esta situación no ha cambiado y la narrativa se sigue construyendo en esa línea, incluso con la cobertura que se le dio a la marcha convocada por los seguidores de Keiko Fujimori y la poca recepción mediática que tienen los seguidores de Pedro Castillo, a los cuales normalmente se les representa como iniciadores de cualquier situación de conflicto.

De afuera viene la lección

“Nos parece muy preocupante, injusta y contraria al proceso democrático la concentración de medios acá. Nunca hemos visto una prensa tan agresiva. Eso es lo que sorprende sobre todo. Atacar a la gente como terrorista, machista y sin evidencias, me llama la atención”, señaló Matt Kikergaard, observador estadounidense del proceso electoral peruano, en la última edición del semanario Hildebrandt en sus 13.

De la misma forma, lo han señalado representantes de organismos internacionales, como Martha Martín, integrante de la delegación del Partido de Izquierda Europea: “Se observa una clara desigualdad en el tiempo y la forma con la que cada uno son tratados”. A ello, se sumó lo dicho en su informe preliminar por parte de la Misión de Observación Electoral de la OEA, que señaló que “a través de algunos medios y, fundamentalmente, en las redes sociales, se buscó sembrar dudas sobre la imparcialidad de las autoridades electorales, particularmente del Jurado Nacional de Elecciones y su presidente”.

Es inaceptable que la evaluación de lo que ocurre con los medios venga desde afuera y, hasta el momento, no haya un mea culpa por parte de los mismos protagonistas de la situación. Tanto desde la academia que forma comunicadores, como de los gremios periodísticos, debe haber una respuesta enérgica y una motivación al cambio por la necesidad de recuperar la credibilidad y la función democrática esencial que tienen los medios de comunicación.

Necesidad de un cambio: un cierre abierto

Una de las premisas básicas de la instauración del neoliberalismo fue volver mercancías cada uno de los bienes públicos o de interés común de los que gozamos los ciudadanos/as, entre ellos, la información y el derecho básico a defender la primacía de este recurso. La privatización del derecho a informar ha provocado que los dueños de las empresas periodísticas no solo manejen las líneas editoriales de acuerdo a sus intereses particulares -como evidentemente puede suceder en todo el mundo-, sino que hayan cobrado un poder político fáctico que puede definir la balanza de un lado o del otro de acuerdo con lo que determine el mercado.

El eje principal del respeto al ciudadano/a se ha trastocado y se lo trata como un consumidor, cuya capacidad adquisitiva va a definir qué tantos derechos tiene o qué tan importante es su existencia en la configuración de un tramado que busca perpetuar el modelo económico y la seguridad empresarial de los grupos que tienen amordazados a aquellos/as comunicadores que puedan tildarse de independientes. El periodismo está atrapado en esa maraña empresarial y se ha convertido básicamente en propaganda, que es una manera perversa de ejercer el oficio.

Los medios de comunicación no solo van a tener la tarea de resarcir sus errores a través de la democratización de sus salas de redacción, sino que se van a ver obligados a sanar las profundas heridas que han abierto durante este proceso electoral, llagas simbólicas y que ahondan las desigualdades estructurales que, principalmente, nos separan de ser una sociedad realmente democrática pese a casi 200 años de República. No obstante, gran parte de la ciudadanía ya conoce hasta dónde puede llegar el ritmo de la construcción de sus mensajes, por lo que también los medios de comunicación tendrán que reinventarse y apelar al respeto a su audiencia, la cual ya no se queda callada ni es sumisa ante lo que se le ofrece. •

***

Samir Valberde, comunicador y educador de la UNMSM, especialista en comunicación estratégica en las instituciones públicas y estudiante de la maestría de Ciencia Política en la PUCP.

Edición: Alejandra Bernedo
Imagen: Alejandra Bernedo

Referencias:

La Mula (2021). En: https://redaccion.lamula.pe/2021/06/07/observadores-internacionales-manifestaron-su-preocupacion-por-el-trato-desigual-a-candidatos/redaccionmulera/ 

No a Keiko. (2021). En: https://twitter.com/noakeikope/status/1392140804949430277?s=20

Ramos, Alonso. (2021).  “Maquinaria”. En: Hildebrandt en sus 13, Año 12, Nº 543.

Restrepo, Javier. (2021). En: https://fundaciongabo.org/es/consultorio-etico/consulta/1843 

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