Por Hernán Herbozo
“La identidad nacional es en principio ‘nostalgia por los orígenes’.
Vaga búsqueda del tiempo perdido, ella va acompañada de la conciencia
de pertenecer a una comunidad fragmentada, a una diáspora centrífuga.
La identidad nacional es también ‘lucidez para existir’. Toda organización viva,
toda comunidad humana busca luchar contra su desaparición. Los armenios
sacan de su larga historia y de su asombrosa longevidad la voluntad de perdurar.
(…) Por otro lado, el sentimiento de identidad esconde, en profundidad, un sentimiento
de frustración colectiva por múltiples causas. (…) La pérdida lingüística de la segunda
y tercera generación que conduce a la angustia de la asimilación y la desaparición.
(…) Angustia de la desaparición del grupo – como grupo étnico y como soporte de
una civilización – conduce al rechazo de la vida en diáspora. (…)
y al genocidio no reconocido.” (Ter Minassian, 1997, p.52)
Introducción
El pasado 24 de abril, fecha en que se conmemora el inicio del genocidio armenio, el Presidente de los Estados Unidos Joen Biden reconoció públicamente este hecho histórico, haciendo uso de la palabra genocidio, perpetrado por el Imperio Otomano en 1915. Agregó que este proceso genocidiario, que dejó 1,5 millones de armenios asesinados y millares dispersos por el mundo, debe ser conmemorado en señal de un compromiso público de no volver a repetir este tipo de actos atroces. Dos días después de realizadas las declaraciones de Biden, el Presidente de Turquía Recep Tayyip Erdogan manifestó que el reconocimiento por parte de los Estados Unidos del genocidio armenio carecía de fundamentos, advirtiendo que este hecho generaría un impacto destructor en las relaciones entre ambos países.
Este hecho es significativo ya que es la primera vez que un presidente norteamericano reconoce púbicamente el genocidio armenio. Sin embargo, no es la primera vez que Turquía, a través de sus presidentes y representantes políticos, niega de manera contundente que haya existido tal genocidio, estableciendo que tanto turcos como armenios perdieron la vida durante el desarrollo de la Primera Guerra Mundial.
Frente a ambas concepciones respecto a la interpretación de un hecho histórico importante para Armenia y el mundo, hace falta remitirnos a las fuentes históricas y basarnos en los hechos para luego darnos cuenta que, en efecto, el pueblo armenio atravesó un proceso genocidiario y diaspórico.
El proceso de emigración de los armenios constituye una historia establecida en grandes etapas, siempre desarrollada en contextos de conflicto y violencia. El Imperio Otomano, a través de su política de homogenización, perpetró actos de violencia sistemática en contra del pueblo armenio, desembocando en la configuración del primer proceso genocidiario en tiempos modernos.
Sin embargo, es preciso resaltar que la gran diáspora está directamente relacionada con el genocidio de 1915, mientras que el proceso de emigración del pueblo armenio tiene una historia mucho más antigua. La dispersión de los armenios comenzó en la Edad Media, después de la conquista árabe, especialmente después de las invasiones turcomongolianas y la caída de los últimos reinos independientes (siglo XI). «La expansión rusa en el Cáucaso, el surgimiento de la cuestión del Oriente y las masacres Hamidianas transformaron, en el siglo XIX, la naturaleza y la escala de las migraciones, prefigurando la mutación por venir» (Mouradian, 1995, p.112).
Un momento muy importante es aquel que tuvo lugar durante la Guerra ruso-turca. Durante este período, la Armenia turca sufrió robos y violaciones constantes. En 1876, los turcos de Van incendiaron el barrio armenio. Las atrocidades contra los armenios acontecidas en Bayazit, Alachkert, Kars, Bassean y Van durante el período de 1877-1878 fueron eventos que marcaron el comienzo de actos aún más horribles: «masacres perfectamente organizadas y premeditadas por el gobierno turco sobre el pueblo armenio» (Basmadjian, 1979, p.86).
Después de la guerra, Rusia y el Imperio Otomano firmarán el tratado de San Stefano donde el Imperio Otomano se compromete a lograr, «sin más demora, la autonomía administrativa requerida para las necesidades locales de las provincias habitadas por los armenios y para garantizar su seguridad contra los Circasianos y los Kurdos» (Basmadjian, 1979, p.86). Pero el artículo 6 del Tratado concerniente a la autonomía administrativa de los armenios cambia completamente en la práctica. El concepto de autonomía administrativa es remplazado por el de mejoras y reformas. En ese sentido, los turcos sólo se comprometen a generar reformas y mejoras en Armenia, trasgrediendo de esta forma al texto estipulado por el Tratado de San Stefano (Basmadjian, 1979, p.87).
El pueblo armenio será sometido a un estricto control y dominación administrativa por parte de los turcos. Esta situación continuará, a pesar del intento fallido del Primer Ministro del Reino Unido Gladstone en 1880 de inducir al Sultán a ejecutar las cláusulas del Tratado de Berlín. A partir de 1883, cualquier esfuerzo por parte de las potencias occidentales en esta dirección fue abandonado. El problema armenio se mantendrá en su totalidad.
Los turcos, como lo expresa Varvara Basmadjian, consideraban a «los pueblos conquistados como pueblos cautivos» (Basmadjian, 1995, p.80). El Imperio Otomano buscará someter a los armenios para reprimir cualquier intento de levantamiento político. Esta situación despertará las demandas del pueblo armenio por su autonomía y generará la creación simultánea de tres partidos revolucionarios armenios:
- El Partido Arménagan, fundado en la Ciudad de Van en 1885, el cual es un partido de intelectuales y comerciantes liberales.
- El Partido Socialdemócrata de Hentchak, fundado en Ginebra en 1887 por un puñado de estudiantes armenios de Rusia, el cual es un partido marxista y con marcadas prácticas populistas.
- La Federación Revolucionaria Armenia (F.R.A. o Partido Dashnak), fundada en Tiflis en 1890 por la intelectualidad caucásica (Ter Minassian, 1997, p.21).
Estos partidos, excepto el primero, eran panarmenianos, clandestinos y tenían como objetivo la emancipación de los armenios del Imperio Otomano; abogaban por la lucha armada y la autodefensa del pueblo armenio. Estos partidos revolucionarios fueron constantemente reprimidos, haciendo que la idea de una masacre organizada se afianzara entre los turcos. En 1895, una manifestación del partido Hentchak en Constantinopla terminó ahogada en sangre. Las sucesivas masacres tuvieron lugar de septiembre a diciembre de 1895 en Trébizonde, Baïbourt, Erzindjan, Bitlis, Diarbekir, Kharpout, Arabkir, Malatia, Sivas, Mardin, Aïntab, Marach, Césarée y Ourfa, que son regiones de alta densidad poblacional armenia.
En Ourfa, 3,000 armenios son quemados en Navidad en la catedral. El número total de víctimas del Sultán Rojo, entre 1894 y 1896, sobrepasa las 150,000, a lo que se suman decenas de miles de víctimas del hambre y 40,000 conversiones forzadas al Islam. Una vez más, 100,000 armenios abandonan sus tierras y se dirigen a La Transcaucasia, los Balcanes y América. Podemos hablar en total de «alrededor de 400,000 víctimas» (Basmadjian, 1995, p.89).
Todos estos hechos históricos serán parte de un proceso que terminará con los acontecimientos de 1915, los cuales marcaron una nueva etapa en la historia de la diáspora del pueblo armenio. Esta fecha representa un significado muy importante no sólo para la memoria armenia, sino también para la historia contemporánea que comienza a abordar el estudio del genocidio.
- El Genocidio Armenio
- A la búsqueda de una definición de Genocidio
Antes de trazar algunas consideraciones en torno a la historia del genocidio armenio, es importante tratar de establecer una definición precisa de la palabra genocidio.
En el sentido más amplio del término, el genocidio puede describirse como «el exterminio sistemático de un grupo humano, llevado a cabo por racismo, o en virtud de consideraciones políticas o religiosas» (Tissier, 2002, p. 420).
Raphael Lemkin, un judío estadounidense nacido en Polonia y profesor de derecho internacional, acuñó la palabra genocidio en 1944 a partir de la palabra griega genos (raza, pueblo) y el sufijo latino cide (de caedere, matar) (Bruneteau, 2004, p.8). Para Lemkin, más allá de las eliminaciones físicas masivas, caso límite y excepcional a sus ojos, el genocidio se constituyó primero por una multiplicidad de acciones destinadas a destruir las bases de supervivencia de un grupo.
El Tribunal Militar Internacional de Nuremberg desarrollará aún más la definición de crimen contra la humanidad, la cual incluye el asesinato, el exterminio, la esclavitud, la deportación y cualquier otro acto inhumano cometido contra civiles antes o durante un proceso de guerra o persecución por razones políticas, raciales o religiosas (Bruneteau, 2004, p.9).
El profesor de derecho holandés Pieter N. Drost de la Universidad de Yakarta desarrollará una definición histórica, dedicando dos volúmenes al crimen de Estado en 1959, especificando los conceptos de humanicidio y genocidio. Él definirá el genocidio como «la destrucción física deliberada de los seres humanos debido a su pertenencia a cualquier comunidad humana» (Bruneteau, 2004, p.12).
- El preludio del genocidio
El genocidio armenio es considerado el primer proceso organizado de exterminio de un pueblo por razones étnicas en tiempos modernos. Este evento histórico marcará el nacimiento de la diáspora más intensa de la historia del pueblo armenio. El contexto de la Primera Guerra Mundial permitió la intensificación de las políticas represivas del Imperio Otomano, las cuales resultaron, en su implementación, acciones de exterminio contra el pueblo armenio, identificándolos como enemigos del Imperio debido a la reunión que mantuvieron los líderes armenios en Rusia con la ilusión de eventualmente ganar su autonomía como nación. Pero, para dar cuenta de los verdaderos motivos del genocidio y yendo más allá del mero pretexto de la guerra, se necesitan otras aclaraciones.
Los Jóvenes Turcos crearon en Salónica el comité Unión y Progreso donde acuerdan colaborar en 1908 con los armenios del Partido Dashnak, convencidos de la posibilidad de derrocar al Régimen de Abdul Hamid y lograr un régimen más liberal con los revolucionarios turcos. Sin embargo, el Partido Dashnak no tardó en descubrir las verdaderas intenciones de los turcos frente a la cuestión armenia.
Cabe mencionar que, a finales del siglo XIX, la cuestión armenia formaba parte de la cuestión del Este. El término cuestión es una eufemización diplomática para describir una situación determinada en torno a conflictos recurrentes entre el Estado otomano y sus minorías macedonias, griegas, serbias, albanesas y armenias.La cuestión armenia es, en primer lugar, un problema regional, cuyos orígenes, imprescindibles para la comprensión de sucesos posteriores, sonmateriadeinvestigación en la década de 1840 y 1860, cuando las provinciasorientales (que concentraba el 70% de los dos millones de armenios otomanos) entran en una gravesituación de anarquía administrativa. Las causas de la crisis administrativa son múltiples: el rechazopor parte de los notables locales a la centralización iniciada bajo el Tanzimat[1], el poder desenfrenadoadquirido por los jefes tribales kurdos, el papel cada vez mayor de los jefes y órdenes religiosas y, finalmente,la afluencia de tres millones de refugiados musulmanes debido a la crisis de los Balcanes y el conflicto conRusia. Esto provocará un gran deterioro en las condiciones de vida de los armenios.
Esta situación de los armenios será una de las causas concretas que permitirá la estructuración de partidos políticos semiclandestinos, algunos con rasgos socialdemócratas y otros más radicales, que buscaban la autonomía administrativa y la reivindicación del pueblo armenio. El Imperio inició su política de exterminio con el nacimiento de aquellos grupos armenios radicales que eran considerados grupos conspiradores y que planificaban actos contra el imperio.
El gobierno de Abdul Hamid llevó a cabo en 1894 la masacre de campesinos armenios de la región montañosa de Sassoun y les impuso una doble carga impositiva. Esta acción marcó una reacción en cadena, desarrollándose cientos de pequeñas masacres locales en una extensión total de seis provincias orientales donde a menudo la población armenia prevalecía demográficamente sobre musulmanes, turcos o kurdos.
El 15 de septiembre de 1896 tuvo lugar la masacre de Egin, donde tres cuartos de las casas armenias de la ciudad fueron saqueadas y quemadas y sus habitantes masacrados. La cantidad de víctimas, en un período de tres años, fue de 200,000 a 250.000, a lo que hay que sumar un millón de personas saqueadas y despojadas de sus propiedades, miles de mujeres secuestradas, 20,500 pueblos y aldeas devastadas hasta quedar en ruinas, así como 645 iglesias destruidas, 328 transformadas en mezquitas y miles de armenios que fueron islamizados a la fuerza (Bruneteau, 2004, p.51).
Podemos decir que las masacres cometidas durante los años 1894-1896 serán premonitorias. El continuo desplazamiento del pueblo armenio estará fundamentalmente vinculado a las masacres y a las múltiples limitaciones impuestas por el Imperio Otomano, tales como la islamización forzada de un pueblo tradicionalmente cristiano. Estos hechos pueden ser considerados como el comienzo del genocidio armenio y la afirmación de una identidad construida sobre la base de la violencia material y simbólica que sufrió este pueblo.
- El genocidio y diáspora
De 1914 a 1920, los armenios otomanos fueron víctimas de la política de exterminio sistemático perpetrada por el régimen de los Jóvenes Turcos quienes decidieron resolver el problema armenio a través de dos medios radicales: masacre colectiva y deportación.
Este evento tuvo lugar en el contexto de la Primera Guerra Mundial y fue el inicio de un desplazamiento masivo de armenios hacia diversas partes del mundo. Podemos marcar el 24 de abril de 1915 como el fatídico día en que se detuvieron a notables, intelectuales y líderes comunitarios armenios acusados por supuesta hostilidad contra el Imperio Otomano y por su propensión a la traición.
Más de 650 notables armenios de la capital fueron arrestados, deportados a Anatolia y asesinados. A finales de mayo de 1915, cuando ya habían comenzado las deportaciones, «Talaat»[2] dio la orden de desplazar a los armenios acusados de traición y espionaje de las «zonas de guerra hacia los centros de reasentamiento” (Mouradian, 1995, p.61).
Esta situación de tensión se hará sentir en todas las provincias pobladas por armenios: arrestos, torturas y ejecuciones sumarias de las élites armenias; luego deportación del resto de la población, muchas veces asesinada tan pronto abandonaban las aldeas o ciudades; los hombres mayores de 15 años eran liquidados y el resto era dirigido hacia los desiertos de Siria e Irak en una larga caravana hacia la muerte. Las mujeres serán tratadas de la peor manera posible (violación, mutilaciones sexuales, torturas); se desarrollará un mercado de esclavos para mujeres y niños.
La deportación será una constante a lo largo de estos eventos. La ley de deportación del 27 de mayo de 1915 dará cobertura legal a la gigantesca operación del desplazamiento forzado (Bruneteau, 2004, p.55). Este proceso de deportación dejará una fuerte huella en la memoria armenia, ya que la dispersión que comenzó con los armenios de Zayoun, Cilicia, Anatolia oriental y de Anatolia occidental se realizará en carreteras aisladas, bajo un sol abrasador, en las montañas inhóspitas, allí donde los turcos acribillaban largas filas de deportados.
En 1914, el número de armenios esparcidos por el mundo ascendía a 4,100,000: 2,100,000 en el Imperio Otomano, 1,700,000 en el Imperio Zarista, 100,000 en Persia y alrededor de 200,000 en otros países. En la Armenia turca, los armenios se constituyen en las villas de Erzerum, Bitlis y Cilicia, es decir, 2,700,000 armenios viviendo en los límites históricos de su país. Un total de un millón y medio, o uno de cuatro armenios, serán asesinados entre los años 1894 y 1918 (Ter Minassian, 1997, p.94).
A finales del verano de 1915, no quedaban más armenios en Anatolia. De una población comprendida entre 1.200.000 y 1.500.000 de armenios, 300.000 pudieron refugiarse en Rusia, los demás fueron asesinados (alrededor de 800.000), o reducidos a un estado prácticamente de fantasmas en Alep, el punto de llegada del calvario (Bruneteau, 2004, p.57).
Si el genocidio se justificó a raíz de la presunta traición cometida por los armenios (desde la perspectiva de los turcos), este proceso fue planificado fundamentalmente por la burguesía turca inspirada en el modelo jacobino europeo cuyo objetivo era establecer una otomanización completa. Esta igualdad teórica debía de pasar por un proceso de homogeneización forzado, una turquificación de facto. Es de esta manera que el régimen de los Jóvenes Turcos prevé el desarrollo hacia un estado moderno, utilizando métodos dictatoriales modernos, la exaltación de la nacionalidad y búsqueda de fronteras naturales bajo una concepción claramente territorializada.
Será el fundador de la ideología panturquista, el periodista tártaro Yusuf Akçura, quien se unirá a la organización política Itifaq Al-Möslimin en 1908 para destilar los axiomas social-darwinistas aprendidos durante sus estudios en París e impondrá la idea de un conflicto fatal con el enemigo geopolítico multiforme del mundo turco-islámico (Bruneteau, 2004, p.64).
Entonces, podemos entender el genocidio como la expresión concreta de un proceso de reflexión ideológica, es decir, como el resultado más violento de un tipo de pensamiento parcial y determinado que buscó un tipo de control y de desarrollo nacional sobre la base de un proceso de homogeneización forzado, el cual presentó como rasgo significativo y poderoso la reivindicación de la nación y del territorio a través de un método violento.
Los armenios serán vistos por los turcos como una amenaza constante y como un pueblo enemigo, representando, idealmente, aquel cuerpo extraño en la nueva nación definida en términos étnicos y como una población peligrosa al ubicarse geopolíticamente muy cerca de Rusia. Esto se ve claramente graficado en las siguientes palabras de Talaat en respuesta a una súplica que el Embajador Morgenthau hace a favor de los deportados de 1915: «Se nos han reprochado, dijo el Ministro del Interior, no distinguir entre armenios inocentes y aquellos que fueron culpables; pero esto fue casi imposible, debido al hecho de que aquellos que son inocentes hoy pueden ser culpable mañana» (Bruneteau, 2004, p.64).
Esta mirada acusadora de los Jóvenes Turcos sobre los armenios va a desarrollarse conjuntamente con un deseo de homogeneización radical (panturquismo) de la nación turca. Estos dos elementos permitirán que el genocidio se desarrolle como parte estructurante de un proceso revolucionario de transformación de la sociedad. Esta transformación tendrá lugar en el contexto de la Primera Guerra Mundial, como se había mencionado, contexto favorable para la derogación del acuerdo de febrero de 1914[3] y la eliminación de todos los motivos de futuras intervenciones de las potencias desplazando la Cuestión armenia más allá de las fronteras de la nueva nación turca.
Ahora bien, el acta de nacimiento de la diáspora es el genocidio de 1915. La población armenia del Asia Menor iniciará una nueva etapa de desplazamiento. Esta nueva etapa de desplazamiento se desarrollará como un proceso de migración forzada en relación a los viejos procesos de desplazamiento que se produjeron principalmente dentro del Imperio Otomano y entre los territorios rusos y persas, los cuales tenían un destino definido de antemano. La Gran Diáspora se caracterizará, precisamente, por una movilidad sin destino fijo y por un cambio del perfil social en la población de refugiados, ya que la diáspora anteriormente incluía a la élite o las élites armenias; en este nuevo proceso de desplazamiento los campesinos también estarán involucrados y se verán obligados a abandonar sus tierras. Como indica Aïda Boudjikanian Keuroghlian: «En el siglo XX, de una diáspora de élites, nosotros pasamos a una diáspora de refugiados; y la tierra ancestral queda vacía, sin sus habitantes armenios” (Dedeyan, 1982, p.626).
La diplomacia fallida de las potencias aliadas, así como los intereses convergentes del comunismo de la Unión Soviética y del kemalismo pusieron fin al sueño de una Gran Armenia reunificada. En 1920, Armenia transcaucásica fue sovietizada; en 1921, Clemenceau abandonó definitivamente Cilicia, dejándola a manos de la Turquía kemalista. En 1925, paradójicamente, había más armenios en la diáspora que en la Armenia soviética (Dedeyan, 1982, p.628). De 1923 a 1939, la familia armenia, diezmada y dispersada por el genocidio, fue reconstituida en Armenia, en Constantinopla, en Teherán, en Damasco, en Deyrouth, en Marsella, en Lyon, en París, en Boston, en Fresno (Ter Minassian, 1997, p.31). En muchos casos, las familias se reconstituirán parcialmente, es decir, a partir de hermanas, hermanos, tíos, tías, primos, entre otros parientes.
La diáspora se ha percibido durante mucho tiempo como «un fenómeno transitorio, connotado negativamente como un lugar de muerte lenta, por la asimilación y la aculturación experimentada, difícil de hacer convivir la dualidad entre el propio sistema de valores y el de la sociedad de acogida» (Mouradian, 1995, p.117). Pero una forma de superar colectivamente las limitaciones que implica una vida en diáspora es el impulso estructurado de organizaciones en torno a círculos asociativos, los cuales permitirán la supervivencia de la cultura armenia y su transmisión de generación en generación. Estos círculos asociativos se organizarán en torno a las iglesias, las escuelas, el desarrollo de fiestas costumbristas, los periódicos, las organizaciones juveniles, entre otras, donde la transmisión del idioma permitirá la preservación de la llamada armenidad. Este proceso de estructuración de los espacios de promoción cultural se desarrollará en paralelo con el proceso de contratación de mano de obra y asentamiento gradual de los refugiados armenios.
- El uso político de la memoria del genocidio
La Shoa, la memoria del Holocausto (Traverso, 2007, p.70), será el punto de referencia para los colectivos memoriales armenios. El reconocimiento público de la memoria de la Shoa, a partir de la ley Gayssot, constituirá el referencial jurídico para hacer valer sus reivindicaciones victimo-memoriales ante las autoridades públicas. Pero primero debemos enumerar las diferentes acciones políticas y legales de la comunidad armenia en torno al reconocimiento público del genocidio.
Las comunidades armenias se están dando cuenta gradualmente del hecho de que «el genocidio de 1915 cae bajo la clasificación jurídica de genocidio definida por la Convención de 1948. Fue con motivo de la conmemoración del aniversario número 50 del genocidio, el 24 de abril de 1965, que la Armenia soviética y la diáspora armenia tienen la intención de afirmar esta reivindicación de memoria, en particular con la ONU” (Michel, 2010, p,111). Pero la presión turca es tal que este reclamo se ve estancado.
El 18 de junio de 1987, el Parlamento Europeo pedirá a Turquía que reconozca el genocidio armenio. Yves Ternon mostrará en Francia que las demandas de memoria exigidas por las comunidades armenias datan de mediados de la década de 1960. La Asamblea Nacional adoptará, entonces, por unanimidad la ley relativa al reconocimiento del genocidio armenio. Sin embargo, bajo la presión del gobierno, especialmente de Hubert Védrine, el Senado se negó a incluir este proyecto de ley en la agenda.
Será necesario esperar hasta el 2001 para la aprobación de la Ley N° 2001-70 del 29 de enero de 2001 relativa al reconocimiento del genocidio armenio de 1915, que se presentará como la segunda ley histórico-memorial votada por el Parlamento francés. Pero esta ley será exclusivamente declarativa sin presentar un marco que permita la penalización en caso de negacionismo. En este sentido, la ley del 29 de enero es más restrictiva que la ley Gayssot desde el punto de vista de enmarcar una verdad histórica oficial. Pero las luchas de las asociaciones armenias y la participación política del Comité de Defensa de Armenia tendrán éxito en el 2006 cuando la Asamblea Nacional vota sobre una nueva propuesta que complementará la ley del 29 de enero. Esta nueva propuesta agregará un segundo artículo: «Art. 2.- Se sancionará, según lo indicado en el artículo 24 bis de la ley del 29 de julio de 1881 sobre la libertad de prensa, a aquellos que nieguen, por uno de los medios establecidos en el artículo 23 de dicha ley, la existencia de Genocidio armenio de 1915”.
Este agregado normativo instituiría un nuevo crimen de negacionismo sobre el modelo de la Shoa. De esta manera, podemos decir que el modelo memorial de la Shoa también se desarrollará como un paradigma que permitirá la movilización de otras comunidades para reivindicar sus demandas memoriales. La Shoa, como paradigma, presentará una matriz que guiará la formulación de otras políticas públicas memoriales y un sustrato cognitivo que proporcionará recursos normativos y prácticos afirmándose como un referencial global para la construcción del marco de interpretación sectorial de la causa armenia.
Reflexiones finales
A manera de conclusión, es preciso resaltar que la memoria del proceso genocidiario y diaspórico que atravesó el pueblo armenio sigue vigente en la mentalidad de la comunidad armenia a nivel mundial, generando conmemoraciones y manifestaciones públicas en las principales plazas de las ciudades emblemáticas que recibieron a los primeros refugiados armenios a causa de la violencia sistemática perpetrada por el régimen de los Jóvenes Turcos en 1915. El 24 de abril de 1915 se encuentra en la memoria de la comunidad armenia como aquel día fatídico en que las élites intelectuales armenias fueron arrestadas, deportadas y asesinadas, acusadas de traidoras al Imperio Otomano y tildadas de subversivas. La ideología panturquista y panislamista establecieron las bases teóricas que inspiraron el extermino del pueblo armenio. La idea de la reivindicación de la nación y control del territorio turco fueron llevadas a cabo a través de actos violentos que buscaban la homogenización de la sociedad en función de una sola religión, la islámica, y de una sola estructura de dominación, la turca. Los armenios, cristianos apostólicos, frente a dichos actos de violencia, reaccionaron estableciendo organizaciones políticas, algunas más radicales y de contenido marxista, para luchar por su soberanía; sin embargo, los episodios de masacres fueron constantes y organizados sistemáticamente, logrando silenciar y someter al pueblo armenio.
Es importante reconocer que la memoria del genocidio armenio sigue marcando la agenda política de la comunidad armenia, así como despertando el deber de hacer memoria por parte de países de tradición democrática de la comunidad internacional con el propósito de conmemorar el primer genocidio acontecido en tiempos modernos y establecer un firme compromiso de que estos crímenes de lesa humanidad nunca vuelvan a repetirse. Para ello, es indispensable volver a las fuentes históricas y a la memoria de quienes padecieron los embates de la violencia extrema que significó el genocidio y las deportaciones, así como recurrir a la memoria de las generaciones que recibieron esta transmisión memorial durante años, permitiendo la conservación de una comunidad cultural histórica que rinde homenaje a sus ancestros en un acto de deber y también de nostalgia colectiva por aquella Armenia a la que llaman los orígenes, el inicio de una verdad histórica que se expresa en una identidad que se actualiza cada año, como un fuego que ilumina y que nunca ha de apagarse.
[1] En el período de 1839 – 1876, denominado Tanzimat, se desarrollan una serie de reformas de naturaleza liberal y modernizadora destinadas a frenar el declive del Imperio. Este período relativamente pluralista se basa en una perspectiva un tanto idílica que vio a las nacionalidades del imperio abandonar gradualmente la mayor parte de sus lazos con comunidades étnicas, preservando estrictamente el de la religión, para integrarlas, más o menos con rapidez, al sistema otomano.
[2] Político turco. Musulmán de origen búlgaro, trabajaba en el correo de Salonika cuando ingresó en el movimiento de los Jóvenes Turcos. Fue, junto con Enver Pasha y Djemal Pasha, uno de los principales líderes de la revolución de 1908. Ministro del Interior, luego de Correos (1909), formó parte, tras el asesinato del Gran Visir Mahmoud Chevket, del «triunvirato» formado con Enver y Djémal (junio de 1913). Contribuyó mucho en el tratado de la Alianza germano-turca en agosto de 1914, pero tuvo que refugiarse en Alemania tras la derrota de las potencias centrales. Él fue asesinado por un armenio (Mourre, 1978, p. 4371).
[3] Acuerdo firmado bajo la presión de los ingleses, franceses y rusos para el desarrollo de un proyecto de reforma. Este proyecto dividió los seis Valiatos armenios en dos sectores, cada uno encabezado por un Inspector General Europeo.
Bibliografía
Mouradian C. (1995). L’Arménie. Paris: Editions Que sais-je? Presses Universitaires de France.
Basmadjian V. (1979). Les Arméniens : Réveil ou Fin ? Paris: Editions Etente.
Ter Minassian A. (1997). Histoires Croisées. Diaspora Arménie Transcaucasie 1880-1990. Marseille: Editions Parenthèses.
Tissier Y. (2002). Le vocabulaire de l’Histoire. Paris: Editions Vuibert.
Bruneteau B. (2004). Le Siècle des Génocides. Paris: Editions Armand Colin.
MOURRE. M. (1978). Dictionnaire Encyclopédique d’Histoire. Paris: Editions Bordas.
Ter Minassian A. (1983). La Question Arménienne. Paris: Edition Parenthèses.
Dedeyan G. (1982). Histoire des Arméniens. Toulouse: Ed. Privat. Toulouse.
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Hernán Herbozo es licenciado en Ciencia Política por la UNMSM y Magister en Ciencias Sociales y Humanas con Mención en Ciencia Política por la Université Lumiere Lyon 2, Francia. Se desempeña como docente en la Escuela Profesional de Ciencia Política en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Diseño de imagen: César Paucar