Por: Martín Lexequías
La política internacional es estudiada desde hace más de un siglo por una subdisciplina de la ciencia política conocida como relaciones internacionales o simplemente política internacional. En la actualidad, quienes se especializan en este campo de las ciencias sociales suelen ser llamados internacionalistas. Sin embargo, desde mucho antes de que las relaciones internacionales surgieran como disciplina científica hubo autores en distintas partes del orbe que dedicaron parte de sus esfuerzos a comprender y teorizar sobre el quehacer político a nivel internacional. Muy conocido es el caso de Tucídides, por ejemplo, en cuyas conclusiones sobre la Guerra del Peloponeso encontramos la famosa trampa de Tucídides, un principio que se ha mantenido vigente hasta la actualidad con respecto a la competencia entre potencias hegemónicas. También resaltan pensadores como Maquiavelo y Kant, considerados antecedentes importantes de las corrientes realistas y liberales que hasta el día de hoy dominan el debate teórico en torno al estudio de las relaciones internacionales. El escenario peruano no fue una excepción al respecto. Ya en siglos pasados podemos hallar algunos ejemplos de individuos que tuvieron a bien especular sobre el ordenamiento político internacional. Uno de ellos fue el conocido cronista indígena Felipe Guamán Poma de Ayala, autor de El Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno.

No constituye ninguna temeridad afirmar que Guamán Poma es uno de los personajes más interesantes del Perú de la segunda mitad del siglo XVI y los primeros años del siglo XVII. De estirpe curacal yarovilca por parte de padre y de una supuesta ascendencia incaica por parte de madre, el cronista reclama pertenecer a las élites andinas que tenían derecho legítimo al ejercicio del gobierno en tierras peruanas. De la fecha de su nacimiento solo se sabe que tuvo lugar después de la llegada de los españoles al Perú. Ya en el marco del nuevo régimen hispánico, Guamán Poma desde joven decide adaptarse al sistema y aprender los usos, costumbres y lengua de los nuevos dominadores. Con estas herramientas procura relacionarse con la administración virreinal que debió de valorar sus aptitudes, pues pronto nuestro autor se desempeñó como traductor y asistente en la resolución de los frecuentes litigios de tierras entre las comunidades indígenas de la época. El ejercicio de estas labores lo convierte en testigo de las injusticias sociales, políticas y económicas sufridas por los pueblos andinos, además de sus necesidades. En algún momento incluso afirmará que procuró dedicarse a la formación de líderes curacales justos y prestos a defender los derechos de los indígenas, seguramente en un intento por luchar contra las injusticias ya mencionadas, pero también se infiere que Guamán Poma consideró que esos esfuerzos serían insuficientes para acabar con las injusticias de raíz. Es entonces cuando decide emprender una nueva labor de mayor alcance y a la que dedicará el resto de su vida: proponer un nuevo régimen político para el Perú sustentado en un diagnóstico de la sociedad presente que estaría contrastado a su vez por la descripción de su propia versión del pasado incaico (Lexequías, 2017, p. 260). Su experiencia en el aparato estatal, su posición de mediador entre indígenas y las autoridades virreinales y el legado cultural de su familia le proporcionarán las fuentes necesarias para elaborar su trabajo y aquel esfuerzo lo terminará convirtiendo en el cronista que todos conocemos al día de hoy. Guamán Poma desaparece de la escena pública después de dar los últimos retoques a su crónica y entregarla a las autoridades virreinales en Lima en el año 1616. La fecha de su muerte se desconoce[1].
La tesis básica de El Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno, es la necesidad de un cambio contundente para acabar con el sistema político virreinal toledano percibido como terriblemente injusto y así poder asegurar la supervivencia y la prosperidad de la población indígena del Perú, dueña legítima del país, a entender del autor. Para que ello sea posible, Guamán Poma es partidario de devolver el ejercicio del gobierno directo a las élites andinas, tanto incaicas como preincaicas, además de la separación de la población hispana y africana de las tierras peruanas y la prevención del mestizaje.
Este conjunto de propuestas para el Perú, sin embargo, no está divorciado de un contexto internacional. Guamán Poma imagina un escenario en el que una monarquía peruana pueda convivir en armonía con otros tres reinos que simbólicamente representan la diversidad de los pueblos de la tierra y sus potenciales entidades estatales. En cada uno de estos reinos autónomos gobernarían sus respectivas élites nativas. Así, el apartado de Buen Gobierno menciona al rey de las Indias o Perú, que gobernaría sobre la población andina; al rey de Guinea, que gobernaría sobre la población africana; al rey de los cristianos de Roma, que gobernaría sobre los europeos; y al rey de Turquía, que gobernaría sobre la población que en aquel momento aún era musulmana. Por encima de todos se encontraría el rey español en su calidad de monarca del mundo y centro unificador de todos los reinos (Guamán Poma, 2015b, p. 785).
Se trata de Estados diseñados en beneficio de pueblos específicos, concebidos estos como unidades cuasi orgánicas, cuya pertenencia está determinada de antemano por criterios étnicos y raciales, por lo que todos los individuos de la tierra deben encontrarse necesariamente bajo la soberanía de alguno de estos Estados. Para Guamán Poma, los pueblos que existen en la tierra son iguales entre sí, pues su creación, diseminación y desarrollo ulterior fueron auspiciados por la divinidad (Lexequías, 2017, pp. 106-112). Es menester entonces preservar a los integrantes de estos pueblos, lo que en el plano concreto implica evitar situaciones injustas que generen declinación demográfica y el mestizaje, fenómeno que a su entender también contribuye a la disminución de la población autóctona. En consecuencia, los gobiernos erigidos a lo largo y ancho del mundo tienen por objetivo primordial preservar la existencia de sus respectivas poblaciones mediante políticas que generen bienestar.
La influencia andina es notable en esta imagen política del mundo. Guamán Poma lo divide de acuerdo a un sistema cuatripartito (Watchel, 1973, p. 215): los reinos simbólicos que el autor menciona son cuatro y existe además un centro preponderante. Es la misma imagen de los cuatro suyos incaicos que convergen en la ciudad del Cuzco como centro y que el mismo Guamán Poma en su momento describe y grafica en un mapa que pretende representar al Perú (Guamán Poma, 2015b, pp. 810-813). Es interesante constatar además que la evidencia histórica apunta a que durante gran parte de la época virreinal, la población andina continuaba representando los espacios geográficos bajo criterios simbólicos y sagrados (Pease, 2015, pp. XXIV-XXVII).

Así pues, la imagen que Guamán Poma tiene del escenario internacional ideal es la de un imperio universal constituido por reinos autónomos. En este escenario las guerras entre Estados o, dicho de otro modo, las guerras entre las distintas partes del imperio universal son impensables. Influido por el providencialismo católico de la época, Guamán Poma da por sentado que en un futuro próximo todos los reinos de la tierra profesarán la misma fe y reconocerán en consecuencia al rey español como monarca del mundo. Esa situación de homogeneidad ideológica y fidelidad política anularía la necesidad de guerras y empresas de conquista. El monarca del mundo es el garante de la autonomía de las partes y solo intervendría directamente en los asuntos internos de los reinos en caso de disturbios que amenazaran la existencia o continuidad política de alguno de estos; por eso el hecho de que Guamán Poma recurra al rey español para que este dé solución a los problemas internos del Perú no solo debe ser entendido como una mera apelación de un súbdito de un reino remoto al monarca imperial que reside en la metrópoli: es también la prefiguración del papel del soberano hispano como garante del orden mundial.
El esquema de Guamán Poma es un mundo articulado que pretende alzarse como un punto medio entre un aislamiento total de las partes y una completa dependencia de las partes con respecto a un centro de poder. El primer caso sería imposible de plantear, ya que el cronista parece entender que una independencia completa y el retorno al estado de aislamiento del mundo andino previo a la Conquista serían inaceptables para el rey español, cuya soberanía última no podía verse mermada. El segundo caso, por el contrario, implicaría una concepción unitaria del mundo muy radical que colocaría al Perú y a los otros países en una posición de total dependencia frente a un gobierno extranjero, situación que, a juicio de Guamán Poma, inevitablemente se convertiría en una fuente de conflictos, injusticias y a la larga perjudicaría a la población nativa de cada uno de los países en cuestión. La existencia de reyes nativos que gobiernan en sus propios países está pensada precisamente para desterrar la necesidad de gobiernos a través de virreyes u otros funcionarios ajenos a la tierra por administrar (Lexequías, 2017, p. 185).
Evidentemente este diseño político del mundo es elaborado con el fin de que la propuesta principal de la obra sea atractiva a los ojos del rey de España. Apelando a su argumentación, Guamán Poma espera que Felipe III conceda una autonomía política al Perú que en la práctica tendría ciertas características de independencia. Al rey español se le recuerda su rol providencial para hacerse cargo del mundo a fin de que deje que las partes de este se autogobiernen bajo parámetros comunes (Guamán Poma, 2005b, p.785). En realidad, lo que Guamán Poma termina proponiendo es una suerte de interdependencia vertical pues si bien las partes son autónomas, no dejan de depender en última instancia del centro unificador que garantiza el equilibrio del mundo. A su vez, el centro unificador consolidará su posición en la medida en que las partes autónomas cumplan con su objetivo último, que es asegurar el bienestar material y espiritual de sus respectivos súbditos. Para que este sistema funcione, sin embargo, se deben dar ciertas condiciones mínimas: la primera condición es que el monarca del mundo sea una autoridad intachable y que pretenda cumplir a cabalidad el rol universalista que Guamán Poma le asigna, que es una combinación de atributos providenciales propios del discurso ideológico de la Monarquía Hispánica de la época con algunos atributos andinos que recuerdan a la imagen que el mismo autor ofrece de los antiguos gobernantes incaicos. La segunda condición concierne a los reyes nativos de los Estados autónomos y a los altos funcionarios: estos deben ser elegidos de entre lo más reputado y selecto de la élite de sus respectivos pueblos. Para Guamán Poma hay una natural división al interior de cada uno de los pueblos del mundo entre un grupo mayoritario destinado a obedecer y otro grupo minoritario destinado a gobernar. Aun así, esta simple división no basta: Guamán Poma exige que los gobernantes cumplan con una serie de requisitos formativos y morales como garantía de un futuro éxito en la conducción de los asuntos públicos (Lexequías, 2017, p. 264).
Como se ve, en el esquema de Guamán Poma los niveles de política interior y la política exterior necesitan estar en consonancia para que todo el sistema funcione. Un cambio negativo en cualquiera de ellos supondría la aparición de anomalías que podrían afectar incluso a las partes del sistema no implicadas directamente. Para evitar estas anomalías se hace necesario que las partes y el centro unificador compartan una serie de códigos comunes y mecanismos de acción. En suma, lo que Guamán Poma propone es un esquema cercano a lo que podríamos denominar gobierno global que, a pesar de la autonomía concedida a las partes, responde a un criterio claramente vertical. Con ello, el cronista haría parte de una larga tradición de pensadores que a lo largo de los siglos apostaron por la idea de un gobierno global como forma de aliviar las confrontaciones inherentes al carácter anárquico del sistema internacional (Weiss, 2009, p. 259).
Las propuestas a favor de un gobierno global, sin embargo, no son un asunto exclusivo del pasado. Hasta tiempos presentes, diversos autores y políticos han reclamado la construcción de un gobierno global que pueda abordar de manera más efectiva los desafíos internacionales. Sin embargo, las dificultades en su planteamiento y las experiencias políticas del siglo XX han hecho que la popularidad de la idea del gobierno global decline a favor de otra aparentemente más factible pero a su vez más débil: la gobernanza global (Weiss, 2009, pp. 260-265).
No podemos saber si Guamán Poma hubiese juzgado prudente la noción de la gobernanza global que, fundamentalmente, implica negociaciones y cierre de acuerdos entre partes que en la mayoría de los casos son vistas como iguales con el fin de alcanzar consensos para dar pasos concretos frente a problemas comunes que trascienden las fronteras de los Estados. No obstante, y como admirador de un supuesto sistema incaico presto a las decisiones rápidas y efectivas, nuestro autor quizá habría criticado una de las principales desventajas de la gobernanza global: la prolongación de las negociaciones y la paralización de las soluciones en los casos en que el consenso no se alcance.
Aunque es evidente que el sistema internacional de Guamán Poma no tiene validez en los tiempos presentes, además del hecho de que no fue tomado en consideración por las autoridades de su tiempo, resulta importante tenerlo presente como parte de la evolución del pensamiento peruano con respecto a las relaciones internacionales, de manera que los paradigmas que a día de hoy dominan el debate en este campo puedan ser examinados desde una perspectiva histórica y sobre todo mucho más crítica.
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Martín Lexequías es licenciado en Ciencia Política por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Investigador asociado de CEPEG. Actualmente cursa una maestría en Política Internacional en la Universidad de Gante, Bélgica.
Edición: Sandra Miranda
Bibliografía
Adorno, Rolena (2001). Guaman Poma y su crónica ilustrada del Perú colonial: un siglo de investigaciones hacia una nueva era de lectura. En El sitio de Guamán Poma. Biblioteca Real de Dinamarca. Sitio Web: http://wayback-01.kb.dk/wayback/20101108104655/http://www2.kb.dk/elib/mss/poma/presentation/index.htm
Guamán Poma de Ayala, Felipe (2005a). Nueva Corónica y Buen Gobierno I. México. Fondo de Cultura Económica.
Guamán Poma de Ayala, Felipe (2005b). Nueva Corónica y Buen Gobierno II. México. Fondo de Cultura Económica.
Lexequías, Martín (2017). La teoría política del cronista Felipe Guamán Poma de Ayala y su importancia para la ciencia política peruana: teoría del poder, teoría del Estado y teoría del gobierno en El Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno. Tesis de licenciatura. UNMSM, Lima.
Lexequías, Martín (2018). Felipe Guamán Poma de Ayala y la imagen del consejero político. Lima. Revista Caos y Polis, Nº2 pp. 27-31.
Pease, Franklin (2015). Prólogo a la Nueva Corónica y Buen Gobierno I. México. Fondo de Cultura Económica.
Watchel, Nathan (1973). Pensamiento salvaje y aculturación: el espacio y el tiempo en Felipe Guamán Poma de Ayala y el Inca Garcilaso de la Vega. En Sociedad e ideología, ensayos de historia y antropología andinas. Lima. Instituto de Estudios Peruanos.
Weiss, Thomas (2009). What happened to the idea of World Government. En International Studies Quarterly, 53. Oxford University Press.
[1] A lo largo de su obra, Guamán Poma construye una biografía de sí mismo con el ánimo de labrarse una imagen aceptable ante los ojos del rey Felipe III, autoridad a quien dedica la Nueva Corónica y Buen Gobierno. Gran parte de los datos personales que ofrece han sido corroborados por distintas fuentes pero hay otros datos que o no han sido corroborados o parecen poco probables. Para un esbozo sucinto de la vida general de Guamán Poma, véase Adorno (2001). Con respecto a la imagen de Guamán Poma como consejero político, véase Lexequías (2018).