Por Beatríz Córdova
De acuerdo a la información actualizada al 22 de mayo por IDEA Internacional, al menos 56 países del mundo habrían pospuesto elecciones de carácter nacional, regional o local debido a estado de emergencia sanitaria a causa del COVID-19. En el caso peruano, se suspendieron las elecciones en el distrito de Chipao, Lucanas-Ayacucho, donde se tenía prevista una elección municipal complementaria el 29 de marzo pasado.
Estos 56 países constituyen aproximadamente el 80% del total que tenían elecciones previstas para los próximos meses, el restante 20%, ha decidido seguir adelante con sus procesos electorales haciendo frente ya no solo a los típicos retos que imponen los procesos electorales, sino también a las serias limitaciones propias de una emergencia sanitaria como la que vivimos a escala global, en la que ya no solo basta con vigilar el adecuado desarrollo del proceso y la transparencia de los resultados electorales, sino también el estricto cumplimiento de medidas de protección sanitaria que impidan que el acto del sufragio se convierta en un espacio de propagación del temido virus.
Ante este contexto sui generis es preciso mirar la experiencia internacional e intercambiar propuestas y lecciones aprendidas en torno a las medidas que se vienen tomando para asegurar que, aun frente a la pandemia, podamos tener elecciones que aseguren la sucesión de mando y garanticen que los resultados sean el reflejo de la voluntad popular expresada en las urnas. Actualmente, es la experiencia surcoreana la que está generando la mayor atención de la comunidad internacional, no solo por los altos índices de participación alcanzados en los comicios del 15 de abril último para la elección de los miembros de su Asamblea Nacional, sino porque, además, a semanas del proceso se pudo corroborar la efectividad de las medidas implementadas en tanto no se registraron incrementos masivos en el número de personas infectadas pese a la alta participación de la ciudadanía.
Las estrictas medidas de seguridad de las elecciones surcoreanas incluyeron el distanciamiento social de los y las votantes, desinfección constante de los espacios de votación, implementación de sistemas de ventilación, medición de temperatura corporal antes de entrar a los puntos de votación, así como otras estrategias con base a su experiencia electoral previa: aplicación de la votación anticipada (que tenía como fin evitar la aglomeración de personas el día central de la elección) y voto por correo para pacientes con COVID y aquellos en cuarentena por haber estado en contacto con personas infectadas (antes esta posibilidad era aplicable solo para personas con discapacidad severa, personas en asilos o centros de detención). Este tipo de medidas están siendo también implementadas en otros países que han decidido llevar a cabo sus elecciones en los últimos meses como Taiwán e Israel.

Ahora bien, ¿cuál es el panorama actual en América Latina? Creo que podemos resaltar al menos los siguientes 4 aspectos. El primero, tiene que ver con lo que mencionábamos al inicio: la postergación de los comicios. Uno de los casos más emblemáticos es del plebiscito nacional de Chile, en el cual los ciudadanos y ciudadanas definirán – tras un largo periodo de protestas sociales- si se conformará una asamblea constituyente que estaría encargada de redactar una nueva carta política. Asimismo, se han aplazado elecciones generales en países como Bolivia y República Dominicana y también elecciones de carácter subnacional general (Uruguay) o parcial (Argentina, Colombia).
El segundo aspecto, tiene que ver con los consensos políticos necesarios para la postergación. En Bolivia, Chile, Uruguay y República Dominicana se requirieron mesas de diálogo entre los organismos electorales y los partidos políticos, candidatas y candidatos que se encontraban ya en carrera. Un tercer aspecto: en varios de estos casos se requirió de la aprobación de leyes que permitieran la postergación, considerándose además que esta medida no entrara en conflicto con sus constituciones políticas, que en algunos países señalan las fechas específicas para la celebración de los comicios. Este fue el dilema en el Uruguay, donde la postergación de las elecciones se enfrentó a la posibilidad de requerir de una modificatoria constitucional y posterior ratificación plebiscitaria que, al final, no fue necesaria.
El cuarto y último aspecto a considerar es que, aun frente a las postergaciones ya previstas en la región, es innegable que todos los procesos electorales que se desarrollen este y el próximo año – o hasta que la existencia de la vacuna lo haga prescindible- requerirán del establecimiento de medidas especiales como las que se aplicaron en Corea del Sur y otros países del globo, tales como el desarrollo de protocolos sanitarios en coordinación con las autoridades de salud, vigilancia del respeto al distanciamiento social, adquisición de materiales de desinfección y seguridad sanitaria como mascarillas, guantes, gel desinfectante, etc. para la protección de todos los actores del proceso. Inclusive, en varios países de América Latina, se discute ya la implementación de estrategias de voto segmentado por horarios o días, o la extensión del horario de votación.
Pero el impacto del COVID en la organización de procesos electorales no solo implica las medidas de seguridad a tomarse durante el día D, sino también en actividades previas como la capacitación de miembros de mesa, el traslado de materiales y equipos, las campañas de capacitación electoral dirigidas al electorado, entre otros varios aspectos que además ponen sobre la palestra la cuestión del costo de las elecciones.
Con las elecciones generales 2021 a la vuelta de la esquina, es preciso que los actores involucrados tengan ya mapeadas las alternativas para hacer frente a este complejo contexto, generando las estrategias necesarias para evitar que las próximas elecciones se conviertan en una disputa entre el derecho al sufragio y el derecho a la salud.
*Beatríz Córdova es politóloga especialista en elecciones. Máster en Gobernabilidad y procesos electorales y Magister en estudios de género.
Edición: Sandra Miranda
Imagen: Internacional IDEA