El trabajo invisible de las mujeres

Por: Giannina Sánchez Yaringaño

Semanas después de las salidas intercaladas según el género, podemos señalar que la medida no funcionó. Cuando al miembro del comando COVID-19, Farid Matuk, se le preguntó sobre ello, señaló que no había funcionado de la manera esperada, justamente a raíz de la desigualdad de género. Además, señaló que se le debió asignar un mayor número de días de salida a las mujeres debido que ellas son las que normalmente realizan las actividades de administración del hogar: “la lucha contra el patriarcado se debió posponer para después de la pandemia”.

Es verdad que las relaciones de género en aquellas labores relacionadas con el cuidado están estrechamente ligadas a lo femenino, pero discrepamos de la necesidad de “posponer” la lucha contra estas desigualdades. El COVID-19 ha impactado en todos los ámbitos que conocemos, uno de ellos es el empleo y este tiene mucho que ver con las relaciones de género. En este artículo se propone una mirada a ese impacto diferenciado de las mujeres en el empleo y la necesidad de no posponer el enfoque de género[1], sino continuar aplicándolo en las políticas públicas del Estado.

Cuando hablamos de empleo, las mujeres atravesamos dos desigualdades: las relaciones de género en las que vivimos inmersas y las relaciones laborales donde se parte de una relación de jerarquía respecto del empleador.  Existen muchos factores por los cuales las mujeres nos ubicamos en un espacio de mayor exposición a la vulnerabilidad cuando ingresamos al mundo laboral, entre ellas, la informalidad, la segregación ocupacional, la doble jornada de trabajo, la violencia, entre muchos otros. Es importante revisarlos para poder comprender en qué contexto laboral las mujeres enfrentamos al nuevo coronavirus y por qué su impacto es diferenciado en este caso.

Imagen: New York Times

Mujeres invisibles en espacios informales

Es muy conocido y difundido el hecho de que el Perú es un país con un empleo mayoritariamente informal; sin embargo, ¿dónde están las mujeres en este escenario? Según el último informe emitido por el INEI (2019), sobre las brechas de género en el Perú, hasta el 2018, las mujeres tenían una tasa de informalidad del 75.3%, mientras que los hombres se encontraban en un 70.1%. A esta cifra, además, se le adiciona el hecho de que, en aquellos trabajos donde hay mayor concentración de personal femenino, la remuneración promedio es mucho más baja (MTPE, 2018).

Imagen: Andina

Tal es el caso, por ejemplo, de las trabajadoras del hogar, quienes se han visto sumamente afectadas por el impacto del COVID-19, en la medida que muchos de sus empleadores han decidido despedirlas o pedirles que no trabajen durante la cuarentena sin otorgarles la remuneración correspondiente a este período. Así, la Federación Nacional de Trabajadoras y Trabajadores del Hogar del Perú – FENTTRAHOP, ha denunciado la falta de protección desde el Estado, ya que las trabajadoras del hogar enfrentan altos índices de informalidad, lo cual las expone a un sistema donde, en muchos casos, no cuentan con ningún beneficio social asegurado ni ninguna medida frente al desempleo.

Sin embargo, este no es el único sector que se encuentra perjudicado, ya que muchos de los empleos donde hay mayor proporción de mujeres, suelen tener mayor precariedad y peligro. Tal es el caso, por ejemplo, de las enfermeras, las trabajadoras de limpieza, las trabajadoras sexuales, etc. La característica permanente en todos estos empleos es que, además de ser realizado principalmente por mujeres, se han visto afectados por el COVID-19, ya sea porque ya no pueden realizar este trabajo o porque lo realizan en condiciones peligrosas.

Por otro lado, encontramos a las que son jefas de hogar y que deben mantener una familia. En el último censo realizado en el año 2017, se indicó que las mujeres jefas de hogar ocupaban el 35% de las familias en el Perú. Asimismo, según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES) del 2016, las madres peruanas se encuentran principalmente en el sector de servicios y comercio, uno de los espacios laborales con menor remuneración para las mujeres y, de hecho, uno de los cuales se ha visto afectado en razón de la pandemia.

Toda esta data sustenta la afirmación de que las mujeres acumulan características desaventajadas en el empleo, ya sea por la remuneración, la informalidad o los espacios de segregación por sexo a los que se les han asignado. Por lo tanto, en período de emergencia sanitaria, los efectos son más exacerbados para las mujeres debido al contexto del cual parten.

La desigualdad en espacios internos

Ahora bien, estas son características que se identifican fuera del hogar, sin embargo, para las mujeres existen, principalmente, dos variables adicionales dentro del espacio privado: la violencia intrafamiliar y la doble jornada de trabajo. En relación al primero, no es desconocida la cifra cada vez más alta de mujeres víctimas de feminicidio o tentativas de feminicidio, como producto de la violencia ejercida, en la mayoría de casos, por sus parejas, esposos o convivientes.

A este contexto se le incorpora el hecho de que, en cuarentena, las posibilidades de que la violencia se incremente son altas, debido a la cantidad de tiempo que se pasa en el hogar. Así, a lo largo de este período, la Línea 100 del Ministerio de la Mujer y las Poblaciones Vulnerables (MIMP) ha registrado un total de 5438 llamadas por casos de violencia contra las mujeres. Además, se han presentado 4 casos de feminicidio. Si bien el Estado ha realizado esfuerzos por trasladar a las mujeres víctimas de violencia a una casa refugio, muchos cambios se han realizado sobre la marcha, como la emisión del Decreto Legislativo 1470, que establece medidas específicas para atender casos de víctimas de violencia durante la cuarentena.

Estas cifras de violencia también impactan en el empleo porque refuerzan la posición de las mujeres que parten de contextos desiguales. Asimismo, las limitan en las posibilidades de desarrollo profesional, ya sea porque los victimarios no les permiten trabajar o porque no pueden involucrarse completamente con su trabajo, dado que están enfrentando situaciones de mucha violencia.

Por otro lado, tenemos que la desigualdad en el empleo se manifiesta a través de la diferencia de uso del tiempo. Las mujeres suelen realizar una doble jornada laboral, la que realizan en su trabajo y la que realizan en su hogar. Al respecto, observamos cómo en la encuesta de INEI (2019) se recogieron las diferencias de uso de tiempo, siendo que las mujeres suelen emplear en promedio el doble de horas para actividades de cuidado del hogar. En tiempos de pandemia esta situación se ha intensificado, dado que las mujeres ahora comparten el espacio laboral con el espacio del hogar, lo que genera que la jornada laboral sea interminable.   

Los efectos de esta pandemia en el empleo los enfrentamos diariamente a nivel mundial, con una tasa muy grande de personas desempleadas, con el incremento del porcentaje de la pobreza y con las posteriores consecuencias, como puede ser la precarización de la calidad de vida, así como de las condiciones laborales. Sin embargo, las políticas del Estado no pueden realizarse sin partir de las diferencias de género, muy por el contrario, deben realizarse tomando en cuenta de dónde partimos, sólo de esa manera se podrá enfrentar el problema de manera integral.

El Estado debe dejar de mirarnos como trabajadores homogéneos (y desde una aproximación masculina) y empezar a generar políticas públicas en el empleo que tomen en cuenta a las mujeres en sus diversidades. Así como se espera que haya medidas específicas para aquellas empresas pequeñas o micro, lo mismo debe pasar con las personas que trabajan, pues también merecemos una mirada diferenciada que apunte a la equidad.

Bibliografía

DÍAZ, Ximena; Amalia, Mauro; Elisa, Ansoleaga & Juan Pablo, Toro (2017) “Violencia de Género en el Trabajo en Chile. Un campo de estudio ignorado”.  En: Revista Ciencia y Trabajo. Año 19. Número 58.

INEI (2019) Perú. Brechas de género 2019. Avances hacia la igualdad de mujeres y hombres. Lima.

MTPE (2018) Guía para la igualdad salarial. Lima.

INEI (2017) “Más del 60% de las madres del país trabajan”


[1] Debido a la disponibilidad de información estadística que se maneja en las relaciones laborales, el análisis de este artículo se centra en la problemática de las mujeres cisgénero en espacios urbanos. Con ello, no queremos invisibilizar la lucha de género que persiste en el caso de las mujeres en su diversidad de contextos e identidades. Por tal motivo, manifestamos nuestro apoyo de lucha a las mujeres y diversidades que también se encuentran afectadas por el COVID-19 y que merecen un análisis que exponga y denuncie su problemática de manera especializada.

Giannina Sánchez Yaringaño es Bachiller de la Facultad de Derecho de la PUCP especializada en derecho del trabajo y relaciones de género. Integrante del Grupo de Investigación de Derecho, Género y Sexualidad (DEGESE).

Edición: Sandra Miranda

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