“No podemos hablar de igualdad de género si las mujeres han salido al espacio público pero los hombres no han ingresado a la esfera privada”

E N T R E V I S T A

Entrevista a Graciela Tiburcio Loayza, presidenta de Amnistía Internacional Perú

Realizada por Alejandra Bernedo, Directora Periodística de Politeama

Graciela es periodista feminista y activista por los derechos humanos. Presidenta de Amnistía Internacional Perú. Integrante de la unidad de investigaciones en el medio comunitario Wayka. Integrante de la Red Peruana de Periodistas con Visión de Género. Ganadora del III Concurso de Periodismo de Investigación sobre VIH-Sida en América Latina y El Caribe organizado por AHF y Unesco. Tallerista sobre derechos sexuales y reproductivos, género, diversidad y libertad de expresión.

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I.- PRIMERA PARTE: Y, DE REPENTE, LA EMERGENCIA SANITARIA

Si bien el Gobierno ya derogó la norma, ¿qué opinión te merece la estrategia de clasificación entre hombres y mujeres para reducir la movilidad de personas en las calles?

Fue una medida errada y contraproducente. Esa decisión evidenció que el Estado no tiene interiorizado el enfoque de género y, mucho menos, el de diversidad. La pandemia nos está demostrando que el COVID-19 no nos afecta a todas las personas por igual, si bien todxs estamos expuestxs, las consecuencias la sufren, en mayor medida, quienes están en situación de vulnerabilidad, como las mujeres, niñas, niños y diversidades. El Estado no tomó en cuenta que los estereotipos y roles de género determinan las funciones que mujeres y hombres cumplen en la sociedad. A las mujeres se les ha asignado la carga familiar y el cuidado de los demás, eso influye en que nosotras desarrollemos más la planificación para sostener el hogar, lo que se agrava en tiempos de crisis, por eso es que los días correspondientes a mujeres, eran más quienes iban a los mercados. A diferencia de los hombres, la mayoría no se ha involucrado al 100% en las labores domésticas, muchos aún no lo asumen como parte de sus responsabilidades, sino que lo ven como una «ayuda». Las imágenes de los mercados llenos de mujeres fueron un golpe de realidad que nos mostró la desigualdad de género que aún persiste. Y eso no se va a cambiar de un día para otro, esa realidad no la va a cambiar el estado de emergencia, se necesita políticas de trabajo a largo plazo como la educación sexual integral en los colegios, para cambiar los estereotipos de raíz.

Esta medida también evidenció que la comunidad LGBTI sigue siendo invisible y no se tiene un conocimiento pleno sobre las diversas identidades de las personas. Es más, demostró que el gobierno ni siquiera tomó en cuenta que días previos se había denunciado en redes sociales maltrato hacia mujeres trans. La Policía Nacional tiene un amplio historial homofóbico y transfóbico, no diferencia la identidad de género de la orientación sexual, a pesar que en su manual de derechos humanos dice que no está permitida la discriminación por estos dos factores. Disponer que las fuerzas del orden juzguen a las personas por su apariencia no resolvía el problema, pues muchas mujeres y hombres no necesariamente deben vestir o expresarse de manera femenina o masculina para identificarse como tales. Muestra de ello es que una joven lesbiana fue arrestada en Pueblo Libre el día que le correspondía salir a las mujeres, la policía consideró que había faltado a la regla solo porque llevaba camisa y el cabello corto. Además, esta medida dejaba fuera también a las personas de género no binario, si de las personas trans no se habla, a las otras identidades ni de las concibe.

Como sociedad estamos viviendo una situación compleja a raíz de la emergencia sanitaria del COVID-19 ¿de qué forma la vulnerabilidad de mujeres y niñas puede verse invisibilizada en este periodo?

Las violencias hacia las mujeres y niñas quedó evidenciada desde el primer día del Estado de emergencia, cuando en el mensaje del Presidente no se mencionó las estrategias que implementarían para atender los casos de violencia durante el aislamiento. Más del 60% de violaciones sexuales ocurren en el hogar. Esa cifra la maneja el Ministerio de la Mujer. Debió ser tomada en cuenta porque se sabía de antemano que las niñas y mujeres estarían confinadas con sus agresores. Durante todo el primer mes, no se ha mencionado este tema más de 3 veces. Eso nos muestra también que la violencia de género sigue relegándose a segundo plano. No se va a poder cambiar la realidad en este momento. Lamentablemente ellas seguirán sufriendo violencia, pero, desde el Estado el mensaje debe ser firme contra los agresores y recordar siempre a las mujeres y niñas los canales de atención para denuncias. Los organismos de atención deben estar más atentos a los llamados de auxilio, sobre todo, se debe garantizar el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva, más para las niñas víctimas de violencia sexual. El kit de emergencia debe ser distribuido, y se debe garantizar el aborto terapéutico ante un posible embarazo por violación.

II.- SEGUNDA PARTE: LA VIOLENCIA DE GÉNERO COMO PROBLEMA ESTRUCTURAL DEL PERÚ, ¿CÓMO ESTAMOS?

Hay un simbolismo importante con fechas como el 8 de marzo (8M). Cada año, la sociedad civil se organiza para salir a las calles y hacer escuchar su voz sobre los temas pendientes, sin embargo, este año, con la emergencia sanitaria del COVID-19, este tema quedó en un segundo plano ¿qué objetivo está detrás de estos días?

El nacimiento del 8 de marzo nunca fue motivo de celebración o para celebrar el hecho que seamos mujeres. Se creó porque unas trabajadoras obreras en Estados Unidos murieron encerradas en una fábrica luchando por sus derechos laborales. Recordar simplemente el origen del 8M ya nos dice que es una fecha en la cual se lucha y en la cual se recuerda que, como mujeres, independientemente del año y del lugar en el que estemos y del puesto en que nos encontremos, aún hay mucha violencia, muchas trabas, muchos muros que nos impiden vivir a plenitud, disfrutar de lo que queramos… Conocer el origen nos va a hacer más conscientes de que el día de la mujer no es un día en el cual se regalas rosas al “ser más bonito y encantador” o «al sostén de la familia», porque incluso en esas frases estás hablando de un rol de género que encasilla a las mujeres.

La verdad es que sí, somos el sostén de la familia, pero porque históricamente se nos ha relegado a serlo. Conversábamos con unas compañeras de que mientras pasan los años, el día de la mujer se parece cada vez más al día de la madre que, de hecho, ese día ya está estereotipado porque hacen ofertas de todos los artefactos domésticos posibles. Esos mensajes que las personas no se terminan de cuestionar ya refuerzan el inconsciente de que, a pesar de que la mujer se ha desarrollado en el espacio público y quizás ahora está en diferentes ámbitos, todavía no deja esa carga del trabajo doméstico. La gente lo asume como normal.

Por eso vemos que casos trágicos como en el asesinato de Camilita se le ha hecho este cargamontón a la mamá y nadie se ha preguntado por el papá, o ha dicho «pero él estaba en Estados Unidos y tuvo que dejar a su familia», pero te das cuenta que sí, sí bien es una decisión difícil hacerlo, hay una frase suya que delata que su paternidad no está ligada a la familia. Ni siquiera se va a hacer cargo. Este es un mensaje que las personas no terminan de criticar: esta desvinculación de los hombres a los roles de cuidado, que no es un apoyo que dan a las mujeres, es parte de su responsabilidad. No podemos hablar de igualdad de género si las mujeres han salido al espacio público pero los hombres no han ingresado a la esfera privada.

¿Cuáles son las formas de desigualdad de género más normalizadas y cómo piensas que podríamos cambiarlas?

En la conversación diaria de los hombres, diría que los chistes sexistas. O en sus grupos WhatsApp, cuando se mandan los memes y los videos. Los hombres siempre se preguntan «¿Y nosotros qué podemos hacer? ¿Por qué no nos dejan ir a las marchas?». No necesitan ser visibles en una marcha si en sus propios círculos no toman acción. Si en tu grupo de WhatsApp mandan algún meme o algún video sexista, deben decirlo, deben atreverse a decirle a sus amigos «oye, eso no es gracioso, eso está mal».

Probablemente van a caer mal, pero tienen que comerse ese pleito, tienen que enfrentarte a sus pares, tienen que reconocerse como parte del problema. Quizás no han matado, no han acosado a una mujer en la calle, no han violado, pero en algún momento de sus vidas han ejercido alguna forma de violencia, todos: papá, tíos, amigos, todos. Reconocerse como agresores no es malo. No quiere decir que vas a violar mujeres en el futuro. Por el contrario, te va a permitir cuestionar la masculinidad agresiva que tienes, te va a dar valor para que enfrentes o cuestiones a otros hombres. Incluso nosotras debemos reconocer que podemos ejercer violencia contra otras mujeres. Si no nos reconocemos como parte del problema, no vamos a cambiar nada.

Imagen: El Periódico.com

¿El Estado trabaja más a nivel punitivo que preventivo? ¿Cuál sería el discurso que sugerirías a las mujeres en su lucha para cambiar esto?

El Estado es reactivo. Podríamos decir que tiene medidas de prevención pero están en papel. Me parece importante resaltar que nos hemos acostumbrado a esas medidas reactivas. Yo entiendo que la gente esté harta, todos estamos hartos, la violencia con la que se está tratando y asesinando a las mujeres es tan horrible que la ciudadanía exige hasta la pena de muerte en su desesperación porque no ve justicia. Debería ser un indicador alarmante. El hartazgo está llegando a un punto tan extremo que incluso las personas no respetan los derechos humanos de los demás. Todos sabemos que esta medida punitiva no va a resolver el tema de fondo.

Lamentablemente se está reaccionando por la coyuntura, por el momento, pero hay muchos casos de impunidad. GRADE hizo un informe sobre las denuncias por violencia sexual y la mayoría quedan en la impunidad. Hay campañas del MIMP que nos dicen «¡Mujer, denuncia!» pero cuando vas a denunciar te encuentras con trabas, y si aceptan tu caso al final queda en nada. Y si es sentenciado, dentro de las cárceles no hay ningún tipo de rehabilitación, y cuando salen están peor o ejercen otro tipo de violencia… No sé si debería de haber un discurso en específico porque somos tan diversas y hay tantas demandas. Sin embargo, creo que hay un consenso de que una de las demandas más urgentes es la de la educación sexual integral.

Esto cubre prevención en muchos ámbitos. Se saluda que el gobierno y el MINEDU hayan peleado por el enfoque de género el año pasado ante la arremetida conservadora, pero se necesita de que la misma no esté solo en papel, sino que se aplique de una vez. No ha habido una política integral en la que los colegios nacionales y privados hayan aplicado la educación más allá de los cursos de Ciencia, Tecnología y Ambiente. Quizás es una medida que, para las personas ajenas al feminismo, no vale la pena implementar porque ofrece resultados a largo plazo. Pero, al final, es una medida que si bien no traerá resultados ahora, sí tendremos niñas, niños, adolescentes formados con otra mentalidad. Quizás no vamos a erradicar todas las violencias, pero vamos a lograr un cambio sustancial.

El caso de Camilita nos reveló una serie de problemas estructurales. Para que una mujer de 22 años tenga una hija, es probable que haya tenido una vida sexual desinformada a los 17 años. La falta de educación sexual afecta a las adolescentes y a las niñas a las que se obliga a ser madres cuando son abusadas ¿cómo has visto estos casos y cómo se abordan legalmente?

El linchamiento mediático que tuvo la mamá es indignante. Entiendo que papás y mamás tienen un grado de responsabilidad, pero incluso estando con ella pudo ser violentada. El lugar más inseguro para los menores es la propia casa, porque la mayoría de los casos de violencia ocurren allí. La mamá de Camilita ha debido de ser madre adolescente ¿Qué redes de soporte habrá tenido al asumir la maternidad para  poder ejercerla de la mejor manera posible? Así haya ido a entretenerse (tiene el derecho o a trabajar), le reclaman: «hubiera dejado a su niña con alguien»… pero ¿sabemos si tenía a alguien? Pensamos que todos tenemos los mismos privilegios, linchamos como si todos tuviésemos las mismas condiciones cuando no es así. Nos hemos olvidado de que alguna vez nos han dejado solos en casa.

Hablando de embarazo adolescente, en el grupo de entre los 15 a los 18 años, el MINSA sí tiene varias políticas, pero en la práctica no se cumplen. Cuando una adolescente va al hospital a pedir un condón la miran mal desde la entrada, le dicen que no tienen, o no saben, a pesar que hay consultores del servicio de prevención para adolescentes. En cambio, en el hospital Loayza, por ejemplo, ese consultorio que es para el servicio de prevención estaba dedicado a hacer talleres de «uñitas pintadas». Es un doble discurso del Estado: me preocupo de la norma, de la letra, pero en la práctica no me interesa. Y si por A o B una adolescente sale embarazada, no vemos cómo se afecta su derecho a la educación y a su proyecto de vida. En el colegio probablemente será motivo de estigma, no sabemos si los docentes ayudarán. Sería interesante ver el impacto del embarazo en las adolescentes y en los adolescentes, porque a ellos no les limita de la misma forma. Otra historia es el embarazo infantil forzado, que es de menores de 14 años y no están incluido en políticas públicas. Legalmente, todos esos casos son violación sexual. Las cifras demuestran que sí lo son, porque entre el 2014 hasta el 2015, RENIEC registró entre 2000 ó 3000 recién nacidos cuyas madres tenías entre 7 y 14 años y los papás tenían entre 30 años en adelante.

El Estado no hace estudios a profundidad ahí ni políticas para hablar sobre el embarazo infantil forzado. Se le llama así porque ellas ni siquiera están completamente conscientes de lo que les pasa a sus cuerpos. Hay niñas de 7 años que por violación han quedado embarazadas. Se deja relegada la afectación a su salud física, mental y emocional. Su útero es demasiado pequeño para el embarazo, mide 7 cm y debe expandirse 4 veces ese tamaño para el embarazo. Por eso se desgarra el útero y mueren desangradas. La comunidad médica debería utilizar el aborto terapéutico para salvar la vida de estas niñas, porque les está truncando su proyecto de vida, no solo si logran el parto, sino porque se mueren y ya no van a tener vida para seguir en este mundo. Vemos una oposición que responde a una desvalorización histórica de la vida de las mujeres. Deberíamos exigir políticas de estado dirigidos a estas niñas que no se les toma en cuenta. No se tiene un registro que integre todo. Para tener estas cifras, tienes el MINSA, pero tienes solo a las niñas que han sido atendidas por ESSALUD o el SIS ¿Cómo nos enteramos de más? Por RENIEC, cuando los bebés son inscritos y se registra la edad de la madre. El Estado tiene bastante responsabilidad.

Como sociedad peruana, ¿estamos en un periodo de deconstrucción machista? ¿Podemos hablar de una articulación mayor para llegar a medidas más fuertes?

Creo que no hemos debatido eso lo suficiente. Personalmente, creo que es el mismo discurso machista, pero ahora la gente se siente más validada. Nunca había visto a las personas en redes sociales defender tanto su derecho a ejercer violencia disfrazada de derecho a libertad de expresión. Se agarran de la tolerancia: «tienes que tolerar al que piensa diferente».

Pensar diferente es discrepar de una idea. La violencia no se tolera. Se censura en la calle, en tu casa, en las redes sociales, en donde sea.

Con toda esta arremetida conservadora, las personas se sienten más envalentonadas de ejercer su machismo libremente, y esto es culpa de estos líderes conservadores que están todo el tiempo arremetiendo contra la igualdad de género basados en estereotipos. De hecho, creo que es una autocrítica desde los que trabajamos en derechos humanos, pero ¿cómo es posible que ellos se hayan apropiado de palabras tan importantes como son la vida y la familia? En ningún momento comenzamos a reapropiarnos nosotras y nosotros de esas palabras, porque ¿cómo pueden decirse ellos provida si están negando una vida digna a las niñas violadas, a las mujeres? ¿Vida solamente es nacer y ya? No, vida es tener la plenitud de desarrollo en sus derechos. Ellos hablan de un concepto de familia bastante tradicional que son papá, mamá e hijos, cuando la familia ha sido mamá e hijos porque el papá no se ha involucrado mucho en la crianza y tareas del hogar. Creo que desde el movimiento feminista y desde los de derechos humanos deberíamos hacer bastante crítica en este aspecto. Nosotros somos los verdaderos profamilia porque defendemos las familias diversas y no ocultamos que hay diferentes formas de familias.

En España el feminismo ya están en una etapa constituyente, con propuestas, y en Perú estamos aún en una etapa «anti», deconstruyendo discursos ¿cómo podemos pasar a construir un discurso más constituyentes y menos destituyentes?

No puedo hablar del movimiento feminista peruano porque la mayor parte de mi vida la paso en Lima. Puedo hablar del movimiento feminista limeño, porque en provincia tienen sus propios debates, y de hecho esa es una autocrítica, porque no puede ser que sigamos articulando la lucha en base a nuestros propios discursos. Conversamos con unas compañeras y en la presentación del informe anual de Amnistía Internacional acerca de esto. En Argentina vemos un movimiento bastante potente, miles de mujeres van. Aquí, si bien somos bastantes, independientemente de los desacuerdos que en todo movimiento puede haber, no se ve una masa potente que vaya. ¿Cómo volvemos a ver una marcha como la de Ni Una Menos? En Chile hubo una masiva protesta articulada y continuada. Miles de personas. No tenían que acordar en todas sus demandas, pero salían. Lo que me gustó mucho de Chile es que no veías una cara visible o una persona líder: todas las personas independientes iban y se sumaban.

La pregunta que nos hicimos era «¿Por qué en el Perú no hay un movimiento articulado que tenga ese poder de tomar la calle y hacer temblar al estado?». Y no es que no haya. De hecho, Perú está en los países con mayor protesta ciudadana, pero estas propuestas son aisladas, no son articuladas. Salimos de un periodo de un conflicto armado interno que todavía nos duele. Las personas creen que si hablas de «conflicto armado interno» estás negando el terrorismo. No terminan de concebir la responsabilidad del gobierno en esa época. Ha dejado bastante estigma a quien protesta a quien se atreve a salir a marchar, a alzar su voz. Si salen a la calle son «terrucos», «rojos», «comunistas». Las personas, como tienen ese estigma, junto con el cultivo de la indiferencia, de no tomártelo como algo personal, se alimenta.

Quizás también es por las difíciles formas de comunicación que tenemos. No es fácil comunicarnos con las compañeras en Cusco, en Puno, en Juliaca, que ni siquiera tienen buena señal de teléfono ni internet. ¿Cómo nos damos soporte para que la distancia no nos haga sentir así de separadas? Creo que lo tenemos que analizar. ¿Cómo podemos cambiarlo? Con las pequeñas acciones. Si vemos a una mujer que está siendo atacada o acosada, hacerle saber que no está sola. No sentir que somos problemáticas o problemáticos si es que nos involucramos en un problema que nos es ajeno. El hecho de que digas al cobrador que está cobrando de más el pasaje a alguien «oye, cóbrale lo justo» no es que estés siendo problemática o le arruines el día a alguien. Si no estamos dispuestos a tomarnos los problemas como personal, no podemos esperar grandes cambios.

Imagen: La República

Hace años, no veíamos que se hablaba de ser feministas. Ahora, hay cada vez más mujeres que se llaman abiertamente feministas. Con respecto a los hombres, ¿cómo sientes que llega la lucha de igualdad de género en ellos? ¿Hay verdaderos aliados comprometidos?

Yo también. Cuando era adolescente no escuchaba sobre el feminismo. Lo conocí en los colectivos de la universidad. Si las feministas actuales podemos decirnos feministas y salir con el pañuelo verde en la calle es por las feministas que cuando nosotras éramos jóvenes se comieron toda la estigmatización y la lucha para que tengamos esa libertad y continuar con esa lucha. Sé que hay muchos chicos que se enuncian feministas. Personalmente, no soy quién para decir si puede ser o no feminista, porque respeto que si desde su espacio lo dicen, pero sí es importante que más que enunciarse públicamente feministas, el simple trabajo que puedan hacer con sus amigos, su familia o su alrededor ya aporta mucho.

Hay chicos que se enuncian aliados y demandan espacios que son solo para mujeres. Entiendo que quieran ser parte, les motivaría a que en lugar de querer ser incluidos en espacios que se construyen para nosotras -porque podemos comprenderlo mejor por las experiencias que vivimos-, podrían invertir en esas energías en cuestionar a sus pares, en formar sus espacios para cambiar las masculinidades tóxicas que tienen otros varones. Es riesgoso afirmar que haya hombres «realmente aliados» porque hubo casos a nivel mundial que se decían aliados y descubrimos que ejercían bastante violencia. Martín, el fundador de Nómada, un medio digital comunitario en Guatemala, era un aliado feminista bastante público que había apoyado un montón, interpelaba a otros hombres, y de pronto descubrimos que era un acosador sexual. Aprovecharon esta imagen que se pudieron construir para violentar compañeras. Incluso nosotras, cuando somos atacadas, tenemos temor de denunciar. Te sientes más culpable porque no puedes denunciar. Inconscientemente, terminamos culpándonos a nosotras y eso es parte del discurso machista.

Hablábamos de fomentar el feminismo en nuestros propios círculos. Sin embargo, si quisiéramos exigirle al estado un cambio, ¿qué puede hacer la sociedad civil? ¿Qué podemos hacer para exigir una transformación cultural?

Creo que lo más importante es que no debemos dejar de ejercer nuestro derecho a la protesta. Entiendo que no todas las personas sientan que pueden salir o no puedan, pero si pensamos en las pequeñas acciones, si vamos a la comisaría, no tengamos miedo de denunciar a aquel policía que no nos quiere tomar el caso, no dejemos de hacer bulla por lo que nos parece injusto, de motivar a las otras personas a que se quejen. Perder el miedo a que nos digan que somos problemáticos o problemáticas. Quejarnos en las calles. Si se ha podido hacer que ConcorTV se pronuncie por el linchamiento mediático a la mamá de Camilita, es por la presión ciudadana. Incluso sirve firmar las peticiones virtuales. Así empezamos en  Amnistía Internacional: hacíamos cartas y se enviaban al Estado. Ahora se hacen en digital y algunos a veces piensan «¿qué hago poniendo mi firma?», pero imagina miles de firmas no solo de aquí sino de otras partes del mundo. Vizcarra sabría que está siendo vigilado. El mensaje sería: «estamos atentos a lo que tú estás haciendo, si estás cumpliendo o no con lo que has dicho, y si no lo haces vamos a salir a la calle a reclamar».

Esto es en caso de esa parte de la ciudadanía que tiene la posibilidad de hacer activismo en la calle y activismo digital, pero ¿qué pasa con esa parte de la población en una situación mucho más precaria o de desinformación? ¿Nosotros debemos exigirlo desde nuestra posición un poco más privilegiada que nos permite hacerlo? ¿O qué mecanismos hay que podemos pedirle al Estado?

Es cierto, a las acciones virtuales solo acceden quienes tienen internet o una computadora. Yo vivo en Villa María del Triunfo, y cerca a mi casa, hay niños que viven con tuberculosis, pero el presidente no se pronuncia por esto como se pronuncia como con el coronavirus. Quizás debemos usar nuestros privilegios para llegar a ellos. Debemos ir con un enfoque intercultural y no con una mirada paternalista, porque ellos tienen sus propias visiones que incluso podrían nutrir nuestro trabajo y mostrarnos cosas que no tomamos en cuenta.

El Estado tiene recursos como para tomarse en serio el trabajo de campo de llegar a todos los rincones, pero muchas veces ese recurso no está bien distribuido. Le dan muchas veces más al sector económico y no al de Educación. Algo que podrían hacer es que el enfoque de género no sea algo que solo sea asunto del Ministerio de la Mujer, sino en todas las instancias del Estado, que sea transversal: en todos los ministerios, el gobierno central, los gobiernos regionales. Pero no se dan cuenta de esto. Por no ser transversal se dan casos como el policía que atendió a los padres de Solsiret que dijo: «se fue con otro hombre porque está con la cabeza caliente».

Erradicar la violencia es todo el Estado, la justicia, los hospitales. Incluso, antes de salir al campo, deberían transversalizar eso para ver a totalidad cuál es la importancia del enfoque de género. Cuando van a comunidades indígenas, no entienden la necesidad de las mujeres allá. Una vez me contó una compañera de Cajamarca, doctora, que se quejaba de que las señoras no querían atenderse en el hospital, ni por un resfrío ni para dar la luz y lo hacían en su casa y no sabían por qué. Un día, una señora le tuvo confianza y le dijo: «es que yo en el hospital veo todo tan limpio y como yo trabajo en el campo, no quiero ensuciar». No se habían dado cuenta de eso. ¿Qué hizo? Las camas de aluminio las cambiaron por las de madera como las que usan ellas, cambiaron todo el lugar. Entonces comenzaron a acercarse porque se sentían más identificadas. Si no hay un enfoque de género e intercultural, no va a servir de nada.

En la asignación de cargos públicos o de liderazgo se da algo parecido a lo que comentabas con los temas: las mujeres para el Ministerio de la Mujer, no tanto en otras plazas. Tú eres presidenta de AI. ¿Cómo ves la representatividad y la importancia de ella?

**Las mujeres ya estamos demandando más que no solo se nos visibilice sino también que seamos representadas. Creo que por eso se logró la paridad y la alternancia, o por lo menos, ya está aprobada. Se está avanzando, pero creo que a paso lento. El anterior gabinete fue paritario, pero eso depende de la voluntad de Martín Vizcarra. Nada nos garantiza que vuelva a serlo. Y es cierto: cuando una mujer tiene un cargo de decisión, ¿en qué puesto es asignada? Ves que 88 policías mujeres son jefas de comisaría, pero si lo comparas con el total de hombres que lideran -más de 1400-, es nada. Qué bueno que hayan, porque antes no habían o eran una o dos, pero ¿qué áreas lideran? ¿Homicidios, tecnología, o solo comisarías de mujer? Si bien sí es verdad que nosotras tenemos la voz más legítima para esos temas, no debemos estar encasilladas a eso. No quiero ver solo a una María Antonieta Alva en el Ministerio de Economía. Quiero ver una mujer en el Min. de Comunicaciones. Qué bueno que ahora tenemos una mujer dirigiendo el TC. Pero es increíble que tengan que pasar muchos años para llegar a cargos de poder, e incluso con los años se nos cuestiona por nuestra vida familiar, por nuestro físico, por nuestra identidad… María Antonieta es una ministra joven, pero hace unos años un hombre fue ministro a esa edad y nadie lo cuestionó, porque en ellos se ve normal. Nosotras siempre tenemos que estar demostrando que somos merecedoras de esos logros que hemos obtenido, que «llenamos los zapatos». A mí me ha pasado eso. Yo soy la presidenta más joven que ha tenido Amnistía Internacional. Soy activista desde el 2014, en el consejo anterior fui vocal, y luego postulé y me eligió la membresía. Me eligieron cuando tenía 26 años. Fue bastante motivador que AI confíe en ti. Una vez que ya asumí el cargo, me di cuenta de que siempre se cuestionaba mi capacidad para ejercer la dirección, y no necesariamente dentro, sino fuera. Para una entrevista, cuando dijeron «va la presidenta de Amnistía Internacional», por el adulto centrismo esperan una persona mayor. Yo llegué con la directora de Comunicaciones y le hablaron a ella. Luego creo que coordinaron porque pensaban que por mi edad no podían hacerme preguntas difíciles. El hecho de que sea mujer, joven, bisexual, de que viva en Villa María… te subestiman un montón. La percepción que tienen de Amnistía Internacional es que es una ONG extranjera liderada por personas blancas, privilegiadas, cuando quienes lideramos el movimiento no lo somos y nacimos del trabajo de activistas voluntarios. Siendo líder me he topado con sexismo, en los medios, que me ven joven y me restan autoridad, que se enteran de que soy bisexual y me están cuestionando por mi vida privada, o si me conocen por ser periodista me dicen que no soy imparcial por ser parte de Amnistía. Nos atacan por quiénes somos.

En tu trabajo con Amnistía y como periodista, ¿cuáles ves que son los casos de violencia a la mujer más invisibilizados o más abandonados no solo en caso de prevención sino en cuanto a medidas de punición?

Las niñas víctimas de violación sexual. No hay estudios, no hay políticas de prevención, y no hay castigo a sus agresores. En alguna data que recogemos en Amnistía Internacional muestran que las niñas son las más vulnerables. En Chile, muchas niñas habían sido capturadas por los carabineros y habían sido violadas, o las habían tocado, o desnudado y humillado. Aquí, creo que están totalmente invisibilizadas las compañeras afroperuanas. No se toma en cuenta el impacto del racismo en sus vidas: no solo se les discrimina, también se les hipersexualiza, se les exotiza, y no vemos campañas de sensibilización sobre eso. Leí la política de embarazo adolescente y no hablan de enfoque intercultural, o hablan de «comunidad indígena rural”, pero no afroperuana. Yo misma no me he desarrollado mucho en ese tema, y quizás es un sesgo inconsciente porque no es una violencia que me ataca a mí, y eso tenemos que reconocerlo todos: si la violencia no nos ataca directamente, no lo vamos a tener presente, y es una llamada de atención que nos debemos hacer todas y todos. Además de las compañeras indígenas y rurales, que tampoco se toma mucho en cuenta, no se ve a las mujeres que viven con VIH. Hay casos de esterilización forzada y violencia sexual a mujeres con VIH, se les responsabiliza a ellas de estar contagiadas, sufren violencia obstétrica en sus embarazos y cuando van a dar sus partos. Tampoco se ve a las mujeres que tienen discapacidad: cuando a nosotras con toda nuestra movilidad nos atacan sexualmente y tratamos de defendernos, imagínate una mujer en silla de ruedas. Tienen dificultades al acceso a la educación. El Estado no ha pensado en muchos colegios a hacer rampas por si tienen que ir en silla de ruedas o si te accidentas y vas en muletas. Todos los espacios están pensados en personas que podemos caminar libremente.

¿Las mujeres de la tercera edad?

¡También! ¿Ves? Hasta me había olvidado.

No hay una urgencia más grande que la otra, pero ¿qué mensaje podría incluir en este 8M a todas las demandas que se puedan?

Me parece enriquecedor que todas tengamos diferentes demandas porque compartimos historias y testimonios, porque nos hacen identificarnos y hermanarnos entre nosotras. Pero no nos hermana la violencia, sino la capacidad resiliente enorme, de poder resurgir de estas violencias que nos han afectado y seguir adelante. No es que yo sea fuerte y resiliente por lo que he vivido, sino a pesar de lo vivido. Pero cómo integrar, ¡qué complicado!

Porque a veces parece que solamente tuviéramos que decir «tú también tienes una hermana, una madre, una hija», para que estén todos tocados por la lucha. ¿Cómo sensibilizamos? ¿Pueden hacerlo los medios de comunicación, los digitales tal vez? ¿El activismo?

Sí creo que el trabajo de los medios de comunicación independientes y comunitarios, no necesariamente digitales, son importantes porque son una respuesta a los medios tradicionales. Ya sabemos cómo se portan ellos en general: no tienen un adecuado tratamiento de la violencia contra la mujer. Los medios alternativos pueden armar sus propias agendas.

Tal vez en pensar solo en las mujeres adultas, hombres adultos, que sí importan, deberíamos de pensar en niñas, niños y adolescentes. Ellas y ellos no son el futuro, este grupo es el presente. Demuestran que pueden hacer más cambio de los que estamos en los 30 ó 40 y tantos. En Chile las escolares fueron las que comenzaron a protestar. Aquí tenemos el movimiento Secundaria Combativa, y lo que hacen es estigmatizarlos. Nos quejamos de que en el Perú no se indignan, pero cuando adolescentes se empoderan y reclaman el pasaje escolar, que beneficiaría a los que están en situación más precaria, las invalidamos y decimos que están influenciados por adultos, o decimos que no están en capacidad para sus propias reflexiones.

Quizás ese sería el lema que uniría a todas las demandas. POR ELLAS, por las niñas. Me cuesta creer que alguien estaría en contra de las niñas y de los niños. No trabajamos solamente para que ellos se beneficie. Ellos también tienen completa capacidad y razonamiento para que no sean sujetos pasivos sino sujetos de derecho. Y no solo que sea por ellos y ellas, sino involucrarles.

Por ellas y con ellas…

¡Sí! Quizás esto ayudaría a unir las demandas. Ellas sufren en cierto grado todo lo que sufrimos como adultas. Mi mamá me dice: «oye, por las niñas también deberíamos hacer algo. Una ya adulta ha vivido demasiadas cosas y no queremos que las nuevas generaciones sigan teniendo miedo de salir a la calle, que tengan que pensar mil veces qué se van a poner para que no las acosen». En otros países incluso mujeres con túnicas son violadas. Quizás esta demanda, «con y por las niñas» podría unificar… ¡O quizás también a alguien se le ocurre una idea más ingeniosa! Quizás lo pienso porque mi trabajo con ellos ha sido más cercano.

Siempre tengo presente a MANTHOC, el Movimiento de Adolescentes y Niños Trabajadores Hijos de Obreros Cristianos. Estas niñas y niños fueron al MINEDU. Como Amnistía, les conseguimos una reunión para exigir que se continúe con el enfoque de género, y me sorprendieron porque dijeron: «ese enfoque de género es insuficiente porque solo está pensado en personas cisgénero, y no se dan cuenta de que hay personas que se identifican de otra forma, que también lesbianas, gays…». Tú estás pensando en A y en B y ellos ya se dan cuenta de la Z que hay que cambiar. Tenemos que integrar esa mirada y esa rebeldía al movimiento, a los debates, dejar de verlos como simples personitas. Hay que darles voz.

¿Y cuál crees que es la urgencia más grande en la que se puedan tomar medidas inmediatas y a nivel judicial?

Que realmente se castigue a los agresores. Cuando discutíamos acerca de lo que debe contener la «Ley Solsiret», veíamos que hace 17 años ya está aprobado, por ejemplo, el registro de personas desaparecidas. Hay mucha normativa que no es lo mejor del mundo, pero las tenemos y la cuestión es que se implementen. Que los policías se pongan las pilas y atrapen a los agresores, que el PJ deje de burocratizar los juicios. Eso se podría hacer inmediatamente. Y a la par, trabajar en la educación sexual integral. Tenemos que aguantar esos 10 años pero es necesario. Otra medida podría ser la comunicación de parte del Estado. El spot de «la siguiente puedes ser tú» es potente pero sigue estando dirigido solo a nosotras. Está funcionando porque las mujeres se están animando más a denunciar, pero de qué sirve que cuando se empodera y está consciente de que debe irse de esa relación, el tipo la mata. No sirve de nada si los mensajes están solo dirigidos a nosotras si no va a un grupo de masculinidad tóxica y violenta. Que una campaña diga «si tú revisas el celular, no es amor, es violencia». Tal vez con mensajes a los hombres ya no veríamos peros al «Perú país de violadores». Sabemos que no todos los hombres lo sean, pero en algún momento de tu vida has sido testigo de un tipo de violencia y has callado. Si no nos asumimos como parte del problema, no sirve de nada toda la indignación en redes sociales. El ciberactivismo sirve, sobre todo en casos de otros países, pero la indignación no debe quedarse allí. Debemos tomar la calle. Es algo que en Amnistía siempre decíamos: si no te tomas la violencia como algo personal, no podemos pretender que esto cambie.

¿Qué mensaje te gustaría transmitirles a las mujeres?

Hay 2 fechas que me llenan: el 8M y el 25N. El 25 de noviembre sirve para visibilizar esas violencias e injusticias. El 8M no celebramos que somos mujeres, se demanda la igualdad de derechos, porque hay muchas cosas por las cuales trabajar. Algo que siempre tengo presente es que no somos víctimas, somos sobrevivientes, somos resilientes. Cuesta mucho reconocerse como víctima porque tienes un estigma y caen cuestionamientos sobre ti y te hacen responsable por las agresiones que has vivido, pero esos episodios de violencia no nos definen. Tenemos toda la capacidad de continuar nuestras vidas a pesar de eso. No vamos a poder hacer eso solas. Necesitamos redes de soporte. Necesitamos que el Estado haga su trabajo. Recordar que si bien venimos de distintas realidades, quizás no todas coincidimos en los pensamientos o en las demandas que tengamos o en las miradas o enfoques, pero el hecho de que reclamemos una mínima vida digna debería ser suficiente para unirnos.

No olvidar que esta no es solamente una lucha por quienes ya no están, es con, por y para las niñas y adolescentes.

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