Dos miradas, dos estilos, dos Papas

Por: P. Victor Hugo Miranda, SJ

No deja de ser llamativo que en plena temporada de premios a lo mejor del cine, con películas de grandes como Scorsese y Tarantino, y con Joaquin Phoenix, Brad Pitt o Leonardo DiCaprio compitiendo entre sí, se hable también de un film más bien discreto y que pareciera estar dirigido a un público reducido: el mundo creyente católico. Se trata de la película de Netflix “The Two Popes” (Los Dos Papas), cuyos protagonistas son los renombrados Anthony Hopkins y Jonathan Pryce, que han recibido elogios por sus performances encarnando a los papas Benedicto XVI y Francisco.

Fuente: ABC

Las actuaciones ayudan mucho a seguir una historia que, aunque inspirada en un episodio ficticio, muestra detalles de la vida interior de la iglesia católica y del modo en el que se toman algunas decisiones. La película plantea varias problemáticas sobre la comprensión de la fe y la manera de actuar de una institución como la iglesia católica. Me concentraré en analizar los siguientes temas: el silencio de Dios, la complejidad del aparato burocrático eclesial, el pasado de Bergoglio y su relación con la dictadura militar argentina, así como los abusos sexuales en la iglesia.

Una de las mayores riquezas de “The Two Popes” es el diálogo, estructuralmente bien armado, inteligente, perspicaz, haciendo evidente las diferencias culturales de Francisco, latino, y Benedicto, germano, que se manifiestan en las expresiones, el sentido del humor, la persistencia, la ironía. Y en medio de esos diálogos se van tejiendo diversas temáticas, se van dibujando los personajes. Es en medio de esas conversaciones que uno va vislumbrando algo que finalmente Benedicto hará explícito: el que es el papa, el vicario de Cristo en la tierra según la tradición católica, sin embargo siente que no escucha más a Dios.

Fuente: Adelante la Fe

El silencio de Dios es una experiencia propia del creyente. Como dice San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales, hay momentos en los que sentimos que la divinidad se esconde. Es la misma experiencia que tuvo Jesús en la cruz, sintiéndose abandonado por el Padre, o la experiencia que han narrado místicos como Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Maestro Eckart y otros más, cuando hablan de la noche oscura o de la ausencia de Dios. Todo creyente ha sentido en algunos momentos de su vida que Dios hace silencio.

Escuchar que el líder de la iglesia católica afirma tal realidad es por un lado sorprendente y al mismo tiempo reconfortante, ya que si el hombre que supuestamente debería estar más cerca de Dios siente que no es capaz de escucharlo o de sentir su presencia, entonces todos los demás podemos tener la misma experiencia. Esta afirmación de Benedicto es una muestra de vulnerabilidad humana de los líderes religiosos, quienes en ocasiones están cubiertos por una especie de halo de infalibilidad o incapacidad de equivocarse, o de sentirse confundidos. El papa, como cualquier otro ser humano, puede atravesar por un momento difícil y sentirse alejado de Dios.

El silencio de Dios se convierte así en un Leitmotiv a lo largo del film. Veremos cómo Bergoglio en algunos momentos de su vida también se ha sentido alejado de Dios. Ha experimentado en carne propia ese mismo silencio del que ahora le habla Benedicto. Este silencio es el trasfondo del diálogo con Francisco, y es finalmente este encuentro el que le devolverá la confianza a Benedicto de que Dios está presente y se sigue manifestando en su vida de modos que él mismo no esperaba. Será esta recién descubierta certeza la que lo hará tomar una decisión fundamental en la historia reciente del papado: su renuncia, la que permitirá la posterior elección de Francisco.

No hay que olvidar algo fundamental. El encuentro entre el entonces cardenal Bergoglio y el papa Benedicto XVI nunca ocurrió tal como aparece reflejado en la película. Por ello, en la escena en la que Bergoglio llega a Roma, se escucha decir a uno de los asistentes que el encuentro no está en la agenda oficial del papa. No hay ningún registro de este hecho. Es allí donde la imaginación del director de la película logra un salto magistral. Busca explicar la renuncia de Benedicto a través de este encuentro, acontecimiento que le devolverá la paz a un hombre que se siente de algún modo angustiado por el silencio de Dios.

A través de los gestos, los lugares, los cambios de horarios, el movimiento de los asistentes del papa, los autos, las locaciones, podemos vislumbrar la complejidad del aparato burocrático de la iglesia. Si el silencio de Dios de alguna manera podría explicar la angustia de Benedicto, es la dinámica propia interna del Vaticano la que parece tener agotado al papa, y con deseos de establecer un cambio que siente que él no puede llevar a cabo.

Durante la película vemos que ocurren situaciones difíciles en términos administrativos y económicos. Se produce filtración de información, que concluirá con personas en la cárcel. Bergoglio habría sido testigo, según la película, del modo burocrático que encerraba y rodeaba a Benedicto. Ello explicaría algunas de sus decisiones. Francisco no vive en un palacio vaticano, sino más bien en un lugar que le permite tener contacto con gente, tratando de ser fiel a su estilo de pastor cercano a sus ovejas, figura que luego utilizará en algunos de sus discursos cuando señale que los obispos y sacerdotes “deben oler a oveja”, es decir, deben ser cercanos a las personas, a sus comunidades.

Fuente: Adelante la Fe

Es el camino de Bergoglio el que se nos muestra desde el inicio del film. Lo escuchamos hablándole a la multitud en una villa de Buenos Aires, donde se entera de la muerte del papa Juan Pablo II, por lo que tendrá que ir a Roma a participar del cónclave, en el que por lo visto su nombre habría aparecido como uno de los candidatos, aunque eso es algo que no puede ser confirmado dado que aquello que ocurre en un cónclave se mantiene en secreto. Otros hechos que sí pueden ser confirmados en cambio son los referentes al pasado de Bergoglio, que la película va a subrayar.

En cuanto Bergoglio fue elegido papa saltaron a la prensa noticias de su biografía, destacando un tiempo complicado como fue la dictadura militar argentina, época en la que el joven Bergoglio era provincial de los jesuitas en Argentina -es decir, era el líder de la Compañía de Jesús en todo el país sureño-, y tal como lo indican testimonios de esa época, se convirtió en un personaje que tomó decisiones controvertidas en un aparente deseo de cuidar a sus compañeros jesuitas y que finalmente trajo consigo que muchos en su país lo asocien a la dictadura.

Este parece ser el mayor pecado de Bergoglio en su historia: el haber sido duro con sus compañeros jesuitas más comprometidos con aquellos que estaban contra el sistema impuesto por la dictadura militar. Así lo muestra la película. Los testimonios de las personas que vivieron esa época son diversos. Y tal como lo señala el personaje de Francisco en el film, se convirtió en alguien a quien algunos querían mucho y a quien muchos otros no querían tanto. No muy diferente de lo que ocurre ahora, tiempo en el que muchos siguen a Francisco y alaban sus muestras de apertura, y algunos lo critican y cuestionan constantemente señalando que se aleja de la tradición de la iglesia.

La película tiene uno de sus puntos más altos al generar el espacio en el que ambos, el papa Benedicto XVI y quien luego será su sucesor, Francisco, logran confesar el uno al otro lo que consideran han sido sus mayores faltas. Más allá de que en realidad sean los pecados que ellos consideren más graves, son los pecados que los demás, creyentes y no creyentes, probablemente asociemos más fuertemente a ambos. La historia de la dictadura militar y su tiempo de provincial de los jesuitas seguirá a Bergoglio toda su vida.

Del mismo modo hay un tema que marca no solo el pontificado de Benedicto XVI, sino también el de su predecesor Juan Pablo II, el pecado más grave que ha cometido la iglesia católica: su respuesta y reacción frente a los abusos sexuales de clérigos, sacerdotes y hombres consagrados cometidos contra menores. En la película, Benedicto se confiesa con Bergoglio y aunque no escuchamos la mayor parte de sus palabras, podemos oírlo hablar de Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo, quien ha cometido una serie de abusos por años, al parecer con el conocimiento de las más altas autoridades eclesiásticas del Vaticano, incluidos el papa Wojtyla y quien era considerado el cancerbero del dogma católico, el cardenal Ratzinger.

Bergoglio confronta a Benedicto desde el inicio de la película con este tema. Allí se nos plantea claramente que Francisco tiene una mirada distinta del tema. De hecho es quien más ha hecho en los últimos años para combatir desde Roma el secretismo, el encubrimiento y la indiferencia a las víctimas, que ha sido la gran característica con la que la iglesia ha tratado el abuso sexual de menores cometido por sacerdotes y hombres consagrados. Aunque quizás no debamos olvidar que muchos de los protocolos que hoy se han puesto en práctica y la insistencia en responder de un modo distinto, de mayor sensibilidad con las víctimas, y de mayor rigurosidad con los perpetradores de estos abusos, empezaron justamente en el papado de Benedicto XVI.

“The Two Popes” es una película que no tiene las pretensiones artísticas de “The Irishman” y que tampoco se compara con la densidad de los diálogos de “Marriage Story” -todas películas también producidas por Netflix-, pero que se sostiene fuertemente en los diálogos y en las actuaciones de Hopkins y Pryce, que nos hacen sentir cercanos a estos dos hombres que han marcado la historia reciente de la iglesia católica. Para quienes somos creyentes, nos permite acercarnos a un episodio que nos mostraría la fragilidad de nuestros líderes y de nuestra propia institución, con una mirada esperanzadora. Y para quienes no lo son, les permite ver la humanidad de quienes dirigen la iglesia católica. Puede que el episodio que se nos narra no haya ocurrido nunca, pero imaginar que sí sucedió nos permite reflexionar sobre la vida, la fe, la religión, la política, el mundo que está alrededor nuestro y del que formamos parte.

***

Víctor Hugo Miranda es un sacerdote jesuita. Comunicador de profesión, con estudios y especialización en filosofía y teología, en París y Boston. Es director del colegio jesuita San Ignacio de Loyola de Piura y responsable de la misión de los jesuitas en el norte del país. Además, ha sido vocero de la Conferencia Episcopal durante la visita del Papa Francisco al Perú.

Edición del texto: Alejandra Bernedo

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