En una reciente presentación, el politólogo Manuel Alcántara expuso cómo muchos de los países latinoamericanos están pasando por una fatiga democrática, que se expresa por un malestar general con la política (democracia), la pérdida de relevancia de los partidos políticos y la rutinariedad ciudadana ante los procesos electorales. En este artículo, desarrollaré cómo efectivamente la democracia peruana se encuentra fatigada y cuál es el papel de los nuevos congresistas para aliviar esta fatiga.
Desde el 2010, existe una tendencia hacia la baja respecto del apoyo a la democracia como la forma preferible de gobierno, y un crecimiento de quienes señalan que da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático. Esto se refleja, también, en el apoyo popular a cierres de instituciones representativas, como por ejemplo, el Congreso de la República.

Formalmente, el Congreso es la institución más democrática, ya que todos sus integrantes han sido elegidos por los ciudadanos a través del voto popular. Además, su importancia de consolida con las labores que realiza: generar leyes, controlar políticamente y otras funciones especiales. Como decía Sartori: “el parlamento es indispensable no por lo que hace, sino por lo que hace hacer, o impide hacer a los gobernantes”.
En un sistema presidencialista como el peruano, donde el poder se concentra principalmente en el mandatario, tener una institución que le haga un contrapeso es fundamental. Sin embargo, tanto el cierre del Congreso de Fujimori como el de Vizcarra (salvando las distancias respecto al quiebre del orden constitucional del primero), fueron apoyadas por la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas. Esto abre una peligrosa puerta a que se posicione un candidato populista o anti-establishment que concentre el poder.
Por otro lado, el Congreso genera históricamente más desconfianza en los ciudadanos que el propio Gobierno. Probablemente, porque el Congreso es una referencia directa de esa pérdida de relevancia de los partidos políticos, que mencionaba Alcántara. En el reciente Congreso y en los pasados, primó el individualismo; muestra de ello, es que tras un intento fallido por evitar el transfuguismo (que no fue acompañado por un fortalecimiento institucional de los partidos políticos), las bancadas volvieron a proliferarse y los congresistas volvían a usarlas como meros instrumentos de sus propias agendas.

La baja identificación de los ciudadanos ante los parlamentarios también se presenta por la falta de canales institucionales para poder comunicarse con ellos, para fiscalizarlos y generar representación. Por ejemplo, sólo el 20.3% de los proyectos de ley han sido consultados a los ciudadanos o a expertos, según el Observatorio de Desempeño Parlamentario 2018 de Transparencia. ¿Cómo es posible que los ciudadanos y ciudadanas aumenten su confianza en el Congreso, si éste legisla al margen de ellos?
En un escenario de desconfianza, es necesario que los postulantes a este nuevo y corto periodo parlamentario, se comprometan en realizar la reforma política ya que presenta las bases institucionales para mejorar la representación, a través del fortalecimiento de los partidos políticos, el impedimento a ingresar a la política de personas sentenciadas, la promoción de la participación ciudadana en el proceso de selección de candidatos, entre otros.
Si los congresistas no mejoran la actual situación de falta de representación, medidas como el cierre del Congreso serán nuevamente animadas por los mismos ciudadanos.
Es necesario curar esa fatiga.
KATHERINE ZEGARRA es politóloga por la PUCP y especialista en análisis parlamentario y de género. Maestrante de Ciencia Política de la Universidad de Salamanca, España.
Imagen: políticaexterior.pe