Pachakutiy: La revolución, la tierra y el quechua*

Por Alejandra Bernedo

Además de estar muy bien hecho y contar con un notable material de archivo, “La Revolución y la Tierra”, documental elaborado por Gonzalo Benavente, nos permite discutir sobre el Perú a partir de la Reforma Agraria e incluso, más allá de ella. Las apreciaciones acerca del mismo pueden hacerse tanto desde lo cinematográfico como desde el análisis de la sociedad. Entre las ideas que se pueden desprender de «La Revolución y la Tierra», está la falta de integración del pueblo peruano. Esta vez, me centro en uno de los puntos que son parte de este problema: el olvido del quechua (y, por ende, de todas las lenguas originarias).

Como se menciona en el documental, Velasco fue un dictador en lo político y un demócrata en lo social. El Perú, país de marcadas desigualdades desde sus orígenes, tuvo un intento serio de cambio con la reforma educativa de 1972. La base para este proceso estuvo en el pensamiento de Augusto Salazar Bondy, específicamente, en torno a la educación y su poder transformador de realidades, unido a la socialización, factor de integración del individuo a la comunidad. Entre las medidas que se tomaron, se pueden mencionar el uso del uniforme gris para colegios privados y estatales y la enseñanza bilingüe del quechua junto al castellano, acompañada de la oficialización del quechua como idioma nacional, a la par del español ya vigente.

¿Por qué es tan importante la inclusión y presencia del quechua? La respuesta se alza sobre las mismas bases de los textos del mencionado autor: ignorar a un idioma es ignorar a sus hablantes. En 1993, el 30% de habitantes usaba el quechua en su cotidianidad, pero para el 2007, esta cifra ha descendido al 16,19%. ¿Por qué? Quizás convenga reconocer que la población quechuahablante es usualmente relacionada al analfabetismo y la pobreza. Y es que, al tener prácticamente todas nuestras actividades, materiales informativos textos escolares en idioma castellano, promovemos la exclusión desde las escuelas. El no enseñarlo en los colegios tiene como consecuencia la vinculación del castellano con la modernidad, la cultura y el progreso, y al quechua como una lengua innecesaria, como la lengua del atraso. Además, constantemente se remarca que era hablada por los incas, pero olvidamos mencionar que sus hablantes no murieron con la invasión española.

El quechua no es el pasado, es el presente. Pero del pasado será mientras sigamos manteniendo al margen al idioma de la vida política, social, educativa y económica. La derogación de la medida velasquista sobre esta lengua durante el gobierno de Alberto Fujimori y el abandono de políticas lingüísticas integradoras, trajeron como resultado una educación elitizada y desigualdades irresueltas.

Recordemos que la discriminación tiene numerosas formas de mostrarse en la esfera institucionalizada. Para esto, viene bien recordar a la historiadora Cecilia Méndez, quien hizo notar que muchas veces definimos a una población como “minoritaria” cuando lo que sucede realmente es que es una población “minorizada”. Veamos cómo, desde nuestra posición, repetimos frases como “Lima y provincias”, como si fuesen dos grupos cuando en realidad somos 24 departamentos; seguimos considerando problemas menores los que se viven fuera de la capital, pese a que ⅔ de la población peruana viven fuera de ella. Incluso al referirnos a “Lima” solo apuntamos a Lima Metropolitana y no a la provincia entera. Valdría la pena reflexionar acerca de quién define lo que se debe continuar o dejar de enseñar en cualquier país, especialmente en uno como el nuestro, tan pluricultural como desigual.

Mención adicional amerita el repaso por la historia del cine peruano a través de más de 30 películas, de las cuales muy pocas han tenido proyecciones en los últimos años, y si las tuvieron, fueron muy contadas y escasamente difundidas. La Revolución y la Tierra señala con esto otro punto resaltante: la construcción de identidad desde la ficción o desde lo que vemos en las pantallas.

Tenemos aquí un documental necesario por permitirnos no solo hablar de los datos que se exponen, sino preguntarnos por nosotros mismos, quiénes y por qué somos el Perú de ahora, y abrir los ojos para que todos nos demos cuenta de que la historia del país no es solo la que los libros mencionan, y que sigue pendiente hacer real en cada uno lo que el lema peruano recita y aún parece solo ficción: “Firme y feliz por la unión”.

* Pachakutiy: revolución, revuelta, cambio o transformación radical y profunda respecto al pasado.

Edición: Sandra Miranda / Diseño de imagen: Cristhian Rojas

Alejandra Bernedo es historiadora del arte por la UNMSM. Actualmente se desempeña como gestora cultural, redactora y es colaboradora del colectivo Es Momento. Alejandra también es investigadora especializada en cine, con interés en educación y política.

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