Reivindicando el populismo

Escrito e ilustrado por Cristhian Rojas Suárez * (@CristhianRS)

El populismo tiene mala fama. Durante muchos años en Latinoamérica ha sido identificado como una amenaza latente a la democracia y a la institucionalidad, o como el discurso que utilizan ciertos políticos para conseguir apoyo ciudadano con el fin de emprender proyectos cuestionables.

No obstante, como bien señala un breve documental de History Channel, se originó en el marco de un convulsionado siglo XIX, como la organización radical del pueblo para defender sus intereses frente a aristocracias y gobiernos excluyentes. Sin embargo, esta historia de origen se diluyó con el paso de los años y las experiencias de gobiernos.

Como dice Ezequiel Adamovsky en una revisión histórica del término, este ha mutado hasta poder significar cualquier cosa, una “acusación banal que se lanza para desacreditar”. Y es que muchos incluso suelen relacionar su concepto a lo opuesto de lo “intelectual”, lo lógico y lo racional. Es visto como una herramienta que al nutrirse de lo popular puede ser imprevisible.  

Por todo esto, antes de revisar el libro “En defensa del Populismo” de Carlos Fernández Liria, el lector de seguro tendrá muchas opiniones construidas sobre un fenómeno tan desprestigiado y tan solo el título lleve a más de uno a levantar una ceja. Pero el populismo no es, al fin y al cabo, un fin en sí mismo, sino tan solo una herramienta para alcanzar ciertos objetivos político-sociales. El gran problema serían los fines para los cuales ha sido utilizado.

En ese sentido es que Fernández Liria intenta defender en este libro al populismo, que puede ser equiparado con una herramienta peligrosa como un cuchillo. Al resaltar el valor positivo que puede tener -para fines culinarios, por ejemplo- no se puede dejar de lado que bien podría ser utilizada con objetivos nada positivos como acuchillar en el marco de algún robo y, precisamente, de allí parte el autor.  

Este libro tiene como objetivo ser una guía y a la vez análisis de la incursión exitosa de la nueva izquierda española, pero, ¿Populismo desde y para el progresismo? ¿Cómo es posible utilizar apropiadamente una herramienta usualmente dañina para la democracia? Eso sí, la idea no es nueva. El post-marxismo lo ha analizado. Autores como Laclau y Mouffe ya postulaban, desde hace décadas, la necesidad de “construir pueblo” frente a una sociedad fragmentada en la pluralidad de colectivos y de allí parte la propuesta de Fernández Liria. 

“El objetivo del populismo es siempre construir un pueblo”, señala el autor, y es precisamente ese objetivo neutral que le brinda un primer reconocimiento y valor a esta herramienta. ¿Pero para qué? ¿Con qué fin?

Como bien identifica el filósofo español, la derecha ha sido el principal actor en los últimos años en utilizar el populismo con habilidad. La noción de un “nosotros” frente a un “ellos”, viene siendo la base ideológica de los principales movimientos nacionalistas -usualmente xenófobos- y ultraconservadores en Europa. Y es algo que viene siendo replicado con fuerza en América Latina. Los sectores de la nueva ultra derecha regional construyen el relato de la defensa un “nosotros” que se encuentra en peligro ante los avances sociales en materia de derechos para mujeres, colectivos LGTBI+, inmigrantes, etc, a quienes identifican como un “otro” que debe ser frenado.

Por ello, Fernández Liria critica abiertamente la forma en que la izquierda europea ha despreciado al populismo en las últimas décadas y ha renunciado a su uso para impulsar cambios sociales en beneficio de diversos sectores. En ese escenario, la mayor batalla perdida por ausencia voluntaria es el discurso. El autor es severo con el afán de la vieja izquierda de querer enfocarse en lo racional de lo político, en crear nuevos discursos renunciando (despreciando) aquellos que le dieron forma a la modernidad en el marco de la ilustración, y cediendo al liberalismo la defensa de términos como REPÚBLICA y CIUDADANÍA por catalogarlos de burgueses, especialmente desde la doctrina marxista enfocada en la lucha de clases. 

El libro se centra en el escenario de crisis democráticas europea pero es igualmente aplicable a lo que actualmente se vive en el Perú, en donde un tipo de república formada luego del autoritarismo fujimorista muestra su fracaso al ritmo de las investigaciones sobre corrupción. Este panorama marca la posibilidad de repensar lo político, de cambiar el tablero. Cambiarlo, no patearlo, debido a que la finalidad de un populismo de izquierda progresista debería ser consolidar la democracia y defender los principios republicanos

El reencuentro de la izquierda con el lenguaje republicano será un hito importante para ir a la raíz de la defensa democrática y articular esfuerzos, reclamos y luchas desde la pluralidad de colectivos que componen a este nuevo “pueblo”. No obstante, esta envoltura discursiva solo se marcará totalmente lejana del populismo de derecha o, en casos extremos, fascista, con la defensa férrea de los principios republicanos. “Se trata de tender puentes con el sentido común”, asegura el autor.

Si bien tamaño pedido no suena a una tarea imposible, sí es un esfuerzo complejo que solo parecería ser liderado desde un progresismo alejado de discursos heterodoxos de la izquierda tradicional y con fuertes convicciones democráticas. Este punto resulta clave pues la última vez que se impulsó un fuerte populismo en el Perú, terminamos en una autocracia corrupta durante los años noventa. El fujimorismo fue y sigue siendo populista, aunque ya no sea popular. 

Además, en el vecindario latinoamericano, la izquierda que gobernó durante los primeros años de este siglo, decidió omitir -o suprimir- en varias ocaciones la defensa de la democracia y las instituciones republicanas, hasta llegar a autoritarismos. El populismo de izquierda reinó en países como Brasil, Argentina, Bolivia y Venezuela, pero en casi todos los casos, terminó su época próspera dejando instituciones debilitadas, enormes redes de corrupción o clientelismo, y dando paso a movimientos conservadores o fascistas, lo que representa un enorme fracaso de los principios republicanos. Incluso donde aún se mantiene y permite el avance en derechos de minorías históricamente excluidas -como en el caso boliviano- a la vez desprecia aspectos democráticos como la alternancia y reincide en el personalismo autoritario. 

¿Por qué estas izquierdas populistas terminaron siendo proyectos fallidos? Más allá de los múltiples factores que intervienen en cada caso, un aspecto común es que carecen de ese fortísimo compromiso con la democracia y los valores republicanos que el autor le exige a este nuevo populismo. Sus objetivos jamás fueron radicalizar la democracia a la vez que extiendían las libertades y profundizaban la igualdad. No tuvieron como finalidad el construir ciudadanía, sino en luchar contra desigualdades, dejando en segundo o último plano el consolidar las instituciones democráticas y, al no brindarles el valor supremo, las dañaron. De estas experiencias el progresismo debería alejarse. 

Al final de cuentas, el escenario de crisis de la república peruana fallida post-fujimorismo nos plantea la necesidad de repensar la forma de abordar la política desde nuevos espacios, desde nuevas corrientes, con la finalidad de reconstruir y consolidar las instituciones democráticas para impulsar valores como la libertad o la igualdad. En ese caso, si se hace desde la izquierda “Hay que construir cosas nuevas, pero no hay que construirlo todo de nuevo”. Tal vez, un populismo de izquierda sustentado en el republicanismo y comprometido totalmente con la democracia, como señala el libro de Carlos Fernández Liria, sea una ruta para construir una nueva hegemonía política. Empecemos el debate.

*Cristhian Rojas es comunicador y politólogo de la PUCP. Actualmente se desempeña como presidente de Es Momento y es docente e investigador académico.

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