Escrito por Gabriela Zavaleta (@_zavandija)*
Han pasado 25 días desde que Jaír Bolsonaro asumió la presidencia de Brasil y el único diputado abiertamente homosexual de este país, Jean Wyllys, acaba de anunciar desde el exilio que no volverá al país para asumir su tercer mandato como congresista por las crecientes amenazas de muerte que recibe por su orientación sexual y por las luchas que defiende.
¿Qué se está descomponiendo en Brasil? A pesar de ser un país que desde el 2013 cuenta con matrimonio igualitario y que actualmente mantiene algunas protecciones legales contra la discriminación por orientación sexual y para proteger a la identidad de género, desde hace un tiempo se vienen manifestando en Brasil ataques a la comunidad LGBTIQ dirigidos específicamente a la comunidad LGBTIQ de parte de grupos ultraconservadores, ultraderechistas y religiosos fundamentalistas, quienes, bajo la bandera de consignas como “Con Mis Hijos No Te Metas”, buscan invisibilizar a la población LGBTIQ y erradicar todo reconocimiento político a la diversidad sexual. Esto se vio con mayor fuerza con el asesinato en Río de Janeiro de la concejala bisexual Marielle Franco en marzo del 2018, en un crimen aparentemente ordenado por personas del círculo íntimo de la familia Bolsonaro.
Muchos conocemos las terribles frases que el actual presidente de Brasil, Jaír Bolsonaro, ha dicho sobre que las mujeres, como “las feas no merecen ser violadas”, o que preferiría un hijo muerto a tener un hijo homosexual. Muchos hemos escuchado estas frases en nuestra vida cotidiana, pero es distinto cuando quienes las declaran son figuras de autoridad: el profesor del colegio, el pastor de la iglesia, o un congresista (similares frases hemos escuchado en el Congreso peruano), pero ¿qué sucede si quien las profiere es el presidente del país? Las palabras cargan mucho poder y significado, y pueden servir para empoderar o para traer abajo a comunidades enteras, muchas veces al mismo tiempo.
Son los grupos fundamentalistas religiosos y ultraconservadores quienes se ven empoderados y envalentonados por los comportamientos que representan Bolsonaro, su familia y su gobierno, y que son quienes han conseguido que el diputado gay Jean Wyllys decidiera no convertirse en un mártir de la homofobia y la intolerancia, sino continuar viviendo en otro país donde estas personas no sigan poniendo en peligro su vida. La propia ministra de la mujer de Brasil, Damares Alves, se pronuncia como “profundamente cristiana” y que en su gobierno “los niños visten de azul y las niñas visten de rosa”. Frases como estas forman parte del paraguas ideológico que conforma el pensamiento de grupos como Con Mis Hijos No Te Metas, un movimiento regional impulsado principalmente por operadores políticos cristianos evangélicos que busca perpetuar los roles de género de hombres y mujeres con tal de invisibilizar toda mención de la existencia de personas LGBTIQ, tras la falacia de que la educación con enfoque de género homosexualizará a la infancia.
Las autoridades escogidas por Bolsonaro para su equipo de gobierno defienden este pensamiento, por lo que es lógico que ejércitos de trolles en redes y acosadores en la vida real se tomen a pecho la “guerra ideológica” contra la diversidad sexual y ataquen a todos los defensores de derechos humanos que impulsamos estas luchas justas.
Nos encontramos en un momento de quiebre a nivel nacional y regional: el arraigo que estos grupos marcadamente anti LGBTIQ están consiguiendo en las regiones del Perú y en Lima son solo una muestra de lo que está concretándose en Brasil. La familia Bolsonaro es la mejor representación de lo que podría pasar en Perú si es que un candidato o candidata que impulsa las mismas banderas fundamentalistas, respaldado/a por el dinero y poder evangélicos, se postulara como la persona con el proyecto que salvará al país de la “degradación moral” que supone la diversidad sexual.
Lo que sí es cierto es que no existe posibilidad de convivencia con quienes preferirían que no existiéramos. No esperen que estas personas estén tranquilas teniendo como vecinos a una pareja gay, o estudiando en el mismo salón con una persona trans, o compartiendo espacios públicos con una lesbiana. Les han enseñado que nosotros estamos mal y que ellos están bien, que nuestra sola presencia es una amenaza para el modelo de vida que llevan (así no hagamos nada más que vivir nuestras vidas en paz), y que nos tienen que enseñar a cómo no ser como somos, incluso si es que para eso tienen que usar la violencia. Quienes prefieren que no existamos preferirán nuestro exterminio, figurado y literal, de toda esfera pública, social y política, que la convivencia pacífica con personas LGBTIQ, lo cual se convertirá en terreno fértil para acosos, agresiones, torturas y asesinatos por crímenes de odio como los que ya conocemos en nuestro país.
Frente a esta amenaza, la comunidad LGBTIQ peruana tiene que mantenerse alerta, protegiéndose mutuamente y formando redes de articulación y soporte que nos permitan exigir las protecciones legales que necesitamos y los cambios sociales estructurales que son imprescindibles para revertir el curso que lleva nuestro país, un camino que solo está llevando al aumento de la discriminación, la homofobia, la transfobia y el machismo. Es tarea también de nuestros aliados heterosexuales y cisgénero ponerse al hombro el trabajo de educar a su entorno para eliminar estos comportamientos y convertirse también en agentes de cambio. Logremos que sea posible convivir en el Perú en medio de nuestras diferencias y trabajando por un país que proteja y celebre la diversidad de cada uno y una de sus ciudadanos.
* Gabriela es activista feminista de derechos LGBTIQ y arquitecta. Presidenta de la Asociación Civil Más Igualdad Perú (@masigualdadpe) y Coordinadora de Incidencia Política. Ha trabajado en las campañas nacionales Unión Civil Ya y Matrimonio Igualitario Perú por los derechos de parejas y familias del mismo sexo desde el 2014.