Por Rodrigo Reyes / Colaborador de Es Momento

Cerca de una viga, un hombre intenta armar un nudo corredizo. Cuando era niño y no tenía problemas, fue boy scout, y está obligando a su mente a recordar esas lecciones tan lejanas para concretar ese hecho. Paralelamente, una mujer se corta las venas con su pareja gritando del otro lado de la puerta, un chico roba el arma de fuego que su padre esconde en algún lugar de la casa y una adolescente sale de una farmacia con un montón de sedantes, obtenidos con una receta falsa.
Hace unos días, se conmemoró el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, la fecha pasa mayormente desapercibida fuera del ámbito de la salud mental, ello, a pesar de lo alarmante de las estadísticas: entre enero y junio de este año se registraron 1 384 intentos de suicidio a nivel nacional, cifra que se acerca al total de intentos atendidos el año anterior, 1 446 (El Comercio, 2018). Un dato curioso, es que este año el MINSA no publicó nada al respecto en su página institucional y se limitó a publicar en redes sociales.
Cabe mencionar, que mientras leías los párrafos anteriores, al menos una persona a nivel mundial se ha quitado la vida. Según lo estimado por la OMS, cada 40 segundos una persona se suicida (OMS, 2018). A pesar de lo alarmante de la situación, el Estado suele evadir sus responsabilidades al respecto, mientras que la sociedad elige mirar hacia otro lado.
La insistencia en invisibilizar el problema podría tener sus raíces en el sistema de creencias encarnado en nuestra sociedad, el cual considera al suicidio como un tema tabú, al igual que otros como el aborto y la eutanasia. Esto debido a que, desde una perspectiva religiosa, ningún sujeto debería ser capaz de decidir sobre el final de su existencia o de la existencia de otro. Este discurso, defendido especialmente por oradores de púlpito, solamente ha conseguido aislar y estigmatizar a quienes han pensado en esta opción en algún momento de su vida.
Si bien este fenómeno ha sido estudiado por sociólogos cono Durkheim, filósofos como Camus y psicólogos como Plutchik, es necesario contextualizarlo a las características de nuestra sociedad, en la cual se ha llegado a un punto de banalización del término. «Si jalo, me mato» o, «si no agarro este trabajo, me suicido» son expresiones que se pueden escuchar con cierta regularidad en algunos círculos. Este uso banal del término lo despoja de su verdadera fuerza, convirtiéndolo en algo aparentemente lúdico e inofensivo.
A esto tiene que añadirse el carácter hedonista de la sociedad actual, en la cual importa solamente lo inmediato y placentero, perspectiva que puede resultar asfixiante para un sujeto que atraviesa una crisis. La forma cómo se llevan las relaciones interpersonales también ha cambiado, el uso de redes sociales ha desplazado a los encuentros en vivo, olvidando ese calor humano tan necesario para alejar dichas ideas. No se trata de salir a las calles ofreciendo abrazos gratis, es necesario que las personas vuelvan a construir esas redes de apoyo social nuevamente.
Finalmente, pero no menos importante, el sistema de salud mental está en crisis. Si bien las leyes están dadas, aún no se implementan del todo, siendo las personas de bajos recursos las más afectadas. Puede que un caso de ideación suicida se detecte a tiempo en el servicio de psicología de un hospital público, pero la falta de espacio o de personal hace que el abordaje no sea el adecuado. De hecho, el 79% de los casos de suicidio se presentan en países con ingresos medianos y bajos (OMS, 2018). Dicho en otras palabras, si eres pobre corres un riesgo mayor de suicidarte.
Llegados a este punto, al menos uno de los personajes del primer párrafo ya consumó su objetivo. Actualmente, es más fácil acceder a medios letales, y son usualmente los hombres quienes eligen métodos violentos para quitarse la vida, a diferencia de las mujeres.
Lamentablemente, no podemos ayudar a quien se fue, ya no tiene sufrimientos ni pesares, y afortunadamente (a diferencia de otras épocas) ya no se le puede juzgar o condenar. Sin embargo, quienes ahora deberán cargar con el estigma, o quizás esconder la verdadera causa de muerte con ayuda de alguna argucia, son los deudos. Parte de la invisibilización también se la debemos a aquellos que prefieren reportar el suicidio de su ser querido como “muerte accidental”, temerosos de lo que dirán las personas. Gran desafío.
Bibliografía:
El Comercio (11 de setiembre de 2018) Minsa creará 75 centros de salud mental comunitarios más. Recuperado de https://elcomercio.pe/peru/prevencion-suicidio-minsa-creara-75-centros-salud-mental-comunitarios-noticia-556053
Organización Mundial de la Salud (2018) Suicidio. Recuperado de http://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/suicide